Mi Manuel

- 229 - nos. Llegó el Otoño y eran lindas esas tardes, sin ese sol abraza- dor del Verano, en ese mes de septiembre. A veces por la noche sentíamos frío y al regresar de nues- tros paseos, los dos chicos se venían arrastrando desde el bos- que, pinos enteros, tumbados por las tempestades y que así cuan largos eran, metíamos en la chimenea para calentarnos. A la hora de acostarnos lo apagábamos y empujábamos para afuera, para el otro día volverlo a jalar y seguirlo quemando. Allí en esa soledad cumplió mi hijito sus cuatro años y los festejamos junto con Renée. Después del Champagne, tuvimos la sorpresa de asistir a fuegos artificiales: el marido de nuestra cocinera era el pirotécnico del lugar y quiso lucir sus talentos al mismo tiempo que su cariño al niño. Preciosos resultaron te- niendo por fondo el mar, donde caían como lluvia de oro des- pués de elevarse muy alto en el cielo. La legendaria "Paloma" fué su nombre escrito en letras de fuego, que mucho rato quedó brillando, saludado por los aplausos del "respetable aunque es- caso público". A pesar de todos nuestros deseos y contra nuestra propia voluntad tuvimos al fin que abandonar Soulac, el frío y el vien- to nos arrojaron de la casa, penetrando por todas las rendijas dQ puertas y ventanas. Volvimos a Bordeaux a nuestra "Pensión de famille" de la rue Franklin encontrándonos otra vez reunidos con nuestros antiguos conocidos, aumentados ahora con un res- petable sacerdote, capellán "du Fort du Ha" prisión para ladro- nes y malhechores; muy bien educado , circunspecto y prudente, Manuel se extrañaba de su actitud correcta en medio de ese gru- po mundano que a veces abordaba temas algo escabrosos para castos oídos sacerdotales. Estábamos en la época de la famosa "Affaire Dreyfus", ha- bían vuelto a abrir el proceso de su condenación a destierro perpetuo en la Isla del Diablo, después de su degradación en el patio de l' Ecole Militaire" a la que había asistido Manuel en París, al ser declarado traidor a la patria. De nuevo se desper- taron los odios contra el célebre capitán: Zola, a la cabeza de sus simpatizantes, levantó una tempestad con .su famoso "J'Accuse !" ... Toda Francia se dividió en dos bandos, defen- diendo o atacándolo, ambos con igual saña y fi ereza. En común y tácito acuerdo, nadie abordaba el ardiente te- ma, en la mesa de la rue Franklin, para evitar opuestas disen-

RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx