Mi Manuel

- 215 - Después de conocer todo lo más notable de Bruselas, pensa- mos en regresar a París. Avisada la víspera nuestra sirvienta por un telegrama, tuvimos el agrado de llegar a nuestra casa y encontrar la mesa puesta, la comida lista y no tener más que sentarnos cómodamente a comer. Qué agradable nos fué: sola- mente lo puede apreciar el que ha hecho vida de hotel, donde a pesar de todas sus comodidades, nunca puede igualar las del propio hogar. En París nos encontramos con la novedad del fervor por Rusia. La escuadra francesa encabezada por el almirante Ave- line había ido a Oronstadt a saludar a los rusos en visita de amistad, después de firmar una alianza y un empréstito de mu- chos millones, dados por la ahorrativa Francia a sus nuevos amigos. Ahora, tocaba a los rusos, devolver la cortesía pero no el dinero por supuesto y el entusiasta pueblo de París los espe- raba en son de fiesta. La primera demostración era al llegar, pasearlos por toda la ciuda.d desde la Place de la République hasta la de l'Etoile, pasando por los Grandes Bulevares del cen- tro, en una "Retraite aux flamb saux 1 ', musique en tete, seguida de un gran cortejo militar . Valía la pena de verse y a pesar de que Manuel huía de mezclarse a las multitudes, cedió a mi deseo de presenciar el pa- so de la comitiva. Como era muy largo el recorrido, la gente no se amontonaría en un solo sitio y preferimos ir al centro donde bancas protectoras nos podrían defender de cualquier atrope- llo de la multitud. Así llegamos tranquilamente al Boulevard de la Madeleine; por supuesto todas las bancas estaban repletas de gente; pero al acercarnos y después de un rato, uno de los ocupantes muy amablemente, me ofreció "prestarme" su asiento: -"Estoy aquí desde las seis y cansado de estar sentado, me lo devolverá usted cuando llegue el cortejo" ... Era un hombre de unos cuarenta años, alto, fuert e, el que me hablaba, venía acompañado de un joven, quien también le ofreció su asiento a Manuel pero él no se lo aceptó. Yo si me senté gustosa y Manuel le dió las gracias, enta- blándose entre los tres una conversación tocante a lo que venía-

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