Mi Manuel

- 212 - ellos y por fin a mediados de 1894 se empezó a imp rimir en la casa Paul Dupont, su primera obra "Páginas Libr es", edición de dos mil ejemplares. Bastante trabajosa resultó la publicación por ser en español y aun más por las innovaciones d e ortografía que Manuel introducía en ella, teniendo que luchar con un infe- liz español que suplicó a Manuel no se quejara a su s jefes, por ser 1 el sostén de una numerosa familia. Ante esas razo nes las- timosas Manuel calló y la obra salió cuajada de err ores. La lle- gada del primer tomo que yo esperaba con justo org ullo y entu- siasmo, fué por el contrario de mucha tristeza, pues Manuel ha- ciéndolo pedazos, tiró sus hojas al fuego de la chi menea. Muy apenada asistí a la escena crematoria y gruesas lágr imas corrie- ron por mis ojos. El único recurso fué agregarle u na larga fe de erratas. Sin embargo, a pesar de ese pequeño mal detalle, la obra tuvo muy buena acogida entre los amigos y correli gionarios de la Unión Nacional, que en él vieron expuestos su s ideales de propaganda revolucionaria. Pero con espanto leyeron los conservadores del P erú, ese nuevo libro, en que se les enfrentaba un hombre lea l y verídico; hasta se trató de excomulgarlo, como después, a nu estro regre- so, me decía Isabel con gran pesar y desconsuelo, asegurándo- me que "sólo sus ruegos al cielo y súplicas person ales al arzo- bispo de Lima, habían salvwdo a Manuel de tan h orrendo cas- tigo". En efecto fué muy ruidoso el ataque contra él en lo s púlpi- tos,, tachándolo de hereje y prohibiendo su lectura. En Arequi- pa llegaron al extremo de quemar su efigie en plen a plaza pú- blica. A Manuel lo dejaban muy tranquilo todas esas ma nifesta- ciones hostiles del clero; por el contrario, probaba ser muy efi- caz la propaganda, puesto que levantaba roncha. M ás de la mi- tad de la edición fué repartida, sobre todo en pro vincias por manos de Abelardo M. Gamarra que junto con su "Integridad" lo hizo llegar hasta el último rincón del Perú. Al lí fué donde mejor aceptaron esas nuevas ideas libertarias, entre las concien- cias de esa gente honrada, aun no maleadas por los vicios y con- veniencias de la Capital. Mientras "Páginas Libres" continuaba su propag anda en Lima, nosotros pensábamos ausentarnos algunos días de Pa-

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