Mi Manuel

- 204- Llegó el mes de Julio y desde la víspera del día fijad o nos previno. Pensé yo también comprar albaricoques y ciruelas de Reine Claude que eran las frutas preferidas de Man uel. Tempranito se nos presentó Mr. Nadal, vestido de mama- rracho, con el terno más gastado .y su boina de tra bajos case- ros: -"Para que no vean que soy un burgués, nos decía y no me cobren el doble, esos "roublards" de vendedores". Manuel se resistió en imitarlo a pesar de sus reiteradas insin uaciones y tomamos "le bateau parisien" que nos dejó d do;- pasos del Mer- cado Central. Muy típicas nos parecieron les Halles, tal como lo había- mos leído en la obra descriptiva de Emilio Zola "L e ventre de París". Era impresionante ver reunida esa superabu ndancia de víveres para saciar el hambre de la gran ciudad. Car nes, pesca- dos, legumbres, frutas, formando un conjunto mult icolor, dig- no de la paleta del mejor pintor. Bastante frío se sentía en esa hora matinal y se veían po· bres diablos con caras de hambre, dando vueltas co n ansia, al- rededor de tamañas ollas de sopa que mujeres muy g ordas, pro- vistas de enormes cucharones llenaban sus tazonas y vendían por dos centavos a sus compradores. Manuel en el acto pensó hacer felices a todas esas pobres gentes y haciéndoles una seña, todos se acercaron y por turno recibieron su ración de suculen- ta sopa caliente que absorbieron con fruición. Sus cinco fran- cazos le costó a Manuel su generosidad, con gran e scándalo de Mr. Nadal que pretendía ser absurdo, favorecer el vic io de tanto vagabundo. Manuel por el contrario, satisfecho los miraba co- mer; luego de estar repletos bromeaban entre ellos, llamándolo "un chic type" palmeándole el hombro en señal d e alegría y agradecimiento. A mí hasta me enterneció conteni éndome de abrazarlo como me provocaba hacerlo. Luego fuimos a la sección de las frutas y provistos de dos canastas de a 20 libras cada una, tomamos un c oche y re- gresamos a la casa encantados de nuestro paseo m atutino. En el almuerzo nos pegamos un atracón de los suculento s "abricots de París" los mejores para hacer dulce; eran esplén didos: ma- duros, dulces y jugosos, como nunca los habíamos comido; lo mismo las ciruelas: doradas, chorreando miel; pro vocaba co- merlas todas así crudas, en lugar de cocinarlas. -"L ástima, me

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