Mi Manuel

-14- guntar a quién enterraban le contestaron justamente el nombre de su novia. Sin decir palabra y volteando simplemente la bri- da del caballo en que venía montado, regresó a la ciudad de donde venía, yendo directamente al seminario, a pedir lo acep- tasen para el 1servicio de Dios. Y así como fué su gesto, fué su vida; sencilla, pura, cum- pliendo ·con su deb er; desengañado de esa felicidad terrestre, que al morir ·su novia, había huído de él para siempre. El primer recuerdo · triste de mi niñez y que más impresio- nó mis inocentes cuatro años, fué el asesinato que cometió Trop- mann célebre hasta ahora en los anales del crimen, tanto por ' el número de sus víctimas, como por la manera como lo realizó. Muy a menudo acostumbraba mi mamá ir a París, lleván- donos por turno a ·mi hermana o a mí. Aun para la que s.e que- daba, era día de alegría, pues al volver siempre le traía algún juguete o una "surprise" de las que 1 se le ocurre siempre a una cariñosa mamá. Ese día le había tocado ir a mi hermana y contra toda costumbre, tardaban mucho en volver; ya el sueño vencía mi voluntad de esperarlas, hasta que por fin llegaron. Aun recuerdo la expresión de espanto que reflejaban los semblantes de ambas y el horrible relato que hicieron. Cerca de Pantin, a una legua de París, había sido detenido el tren por la multitud, invadiendo los rieles y los contornos, para asistir a la constatación de un crimen que acababan de des- cubrir: Un hombre pasando por un terreno baldío, denomina- do "La Plaine des Vertus", había divisado en el suelo, la punta de un pañuelo que sobresalía de la tierra, lo jaló y viendo que estaba lleno de ·sangre lo llevó a la Comisaría más próxima. En el acto fué la Policía al lugar del hallazgo, examinaron el suelo y vieron que la tierra parecía recién movida : covaron y desenterraron los cadáveres de un hombre, una mujer y cinco niños: Toda la familia Kann que no tardaron en identificar. Sólo horas después pudo el tren continuar su marcha lle- . ' gando mi mamá y mi hermana en un estado de nerviosidad, fá- cil de comprender. Por muchos días el horrendo crimen ocupó la atención pú- blica hasta que descubrieron a su autor, el tristemente célebre Tropmann. Comprobaron que el robo había sido el único móvil· juzgado y condenado, luego fué guillotinado. '

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