Mi Manuel

-197- mos y oírnos hacer la apología de su amigo y correligionario de la Escuela Realista. También el año siguiente, en pleno verano, tuve la honra de estar al lado del célebre actor Coquelin ainé, de la Comédio Frangaise, en el entierro de Leconte de Lisle, uno de los poetas preferidos de Manuel y con su autorización, pude con mi som- brilla abrigarlo del sol y tal vez librarlo de una insolación, a ve- ces mortal, al quedar con la cabeza descubierta. Una respetuosa inclinación de cabeza, junto con un "merci madame" del céle- bre actor, me premió ampliamente de mi buena intención. Asistimos también al entierro del gran sabio francés Louis Pasteur, acaecida poco tiempo antes de irnos de París. Allí es- tuvo representado todo el mundo científico y la juventud de Francia personificada por los niños de las escuelas. Cada uno llevaba una flor que llegó a formar un inmenso túmulo flori~ do sobre la tumba del gran hombre, figurando el agradecimien- to de todas las madres al Salvador de sus hijos; espectáculo inol- vidable y emocionante. Estuvimos invitados a un baile en el Elysée y presentados a Sadi Carnot, Presidente de la República. Manuel reconocía las figuras de todos los políticos allí presentes, nombrándomelos al pasar: Jules Ferry en vísperas de ser de nuevo Ministro, Freyci- net, Louis Combe, el coco de los conservadores; en fin todos los senadores y diputados en continuada agitación, pareciendo ur- dir, aún en medio de la fiesta, nuevas combinaciones Ministe- riales. A menudo íbamos al wrhéatre Frangais" a ver representar las clásicas comedias del teatro antiguo que, como a buen le- trado, sobre todo interesaban a Manuel. Una noche, asistíamos a una nueva interpretación d'Antygone y me tocó tener de ve- cino en la platea a George Olémenceau, entonces director de la "Justice" el bien llamado "tombeur de ministeres" por su conti- nuada lucha contra los oportunistas entonces en el poder. Más tarde, "el Tigre" se convirtió en el "Pére la Victoire" el alma de la guerra de 1914, que el mundo entero aclamó. Desde entonces Manuel, lector asiduo de su periódico lo ad- miraba mucho por su talento, sus ideas avanzadas y la enérgi- ca rectitud <le su vida. En la tragedia había un momento muy patético en que Edipo, personificado por el gran actor Mounet Sully, traía en sus brazos el cuerpo de su hijo muerto, yo muy

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