Mi Manuel

- 195 - mujer callados, miraron al muchacho con espanto. No sé lo que pensarían. De todo entendía un poco Monsieur Nadal y encantado ve- nía a hacer a sus inquilinos las pequeñas composturas que siem- pre se necesitan en las casas. Tanto sabía de componer una chapa como una cañería y era de verlo llegar con su aire con- quistador: su gran boína vasca al uso de su tierra, puesta. a un lado sobre la oreja, con su imprescindible cigarrillo en la boca: nj el Cid lo igualaba. Venía seguido de su hijo mayor que le cargaba su caja de herramientas. No costándole dinero, era realmente servicial: nos hacía venir barricas de vino de su provincia y él mismo se encargaba de embotellarlo a simple título de amigo. Un 14 de julio, llevó a Manuel a la Revista Militar de Longchamp explicándole tácti- ca militar y nom:ij.rándole los diferentes cuerpos de ejército que pasaban delante de ellos. También entendía de pintura y a sus hora.s "croquait" un paisaje o una silueta no del todo mal. Su hijo mayor había heredado sus disposiciones; pero con ese ce- rebro des.iquilibrado por su mal, resultaba chabacano lo que producía, sorprendiendo al que no sabía de su estado men- tal. Hizo el retrato de la portera, escoba en mano, y habiendo empezado por los pies sin medir sus proporciones, le faltó sitio para la cabeza. Tan nimio detalle no lo amedrentó y le hizo una cabecita chiquitita. Pues parecía muy satírico y hasta alusivo y mordaz, ver ese retrato donde la escoba dominaba como el principal atributo de esa mujer casi sin cabeza. En el fondo del jardín tenía su taller, "mon atelier d' artis- te" decía él y allí ejecutaba sus "obras". Pintaba animales extra- vagantes frutos de su pura imaginación que él llamaba su "pin- tura fu turista", tomando el nombre de los artistas modernos. Un día nos regaló uno que el mismo vino a colocar en nuestro comedor. Meses después vino a visitarnos nuestro viejo amigo Mon- señor Obín y Charún, llegado de Roma, donde había ido en misión de confianza, mandado por el General Remigio Morales Bermúdez, nuestro Presidente de la República, para que el Papa anulara su matrimonio. En la Iglesia Católica, hasta ahora no hay divorcio; pero, "con el cielo hay siempre acomodos, me- diante buen pago". Como a un nuevo Napoleón, pues en algo ss le puede parecer un Presidente del Perú, le había solicitado y

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