Mi Manuel

-13 - misa y después cortada a pedacitos para ser distrihuída a los fieles. Recuerdo que al pasar dejaban tras ellos, un riquísimo olor a bizcocho, que mezclado con el del incienso, caracterizaba para mí, en ese tiempo, "el olor a misa"; me recuerdan hasta ahora, esos sencillos detalles, los encantadores días de mi niñez. Allí teníamos por vecina una señora muy amable, que siem- pre se afanaba en obsequiarme su pan bendito, yo nunca se lo quería recibir, por más que mi mamá insistiese en hacérmelo aceptar. ~"No, no quiero", le decía yo, despacito al oído, esa señora tiene la cara muy sucia. . . hasta las moscas. . . Y eran las muchas pecas que tenía en la cara, la pobre señora, las que motivaban mi asco inapetitoso. Dos veces al año le tocaba a Marthe "faire la quete" o co- lecta para los pobres. Ese día, vestida ella con mucho primor y precedida del ·suizo que le señalaba el camino, pasaba delante de cada asiento, presentando la clásica bolsa de terciopelo rojo y con amable sonrisa agradecía el donativo, al mismo tiempo que inclinaba graciosamente la cabeza. En eso.s momentos e 1 scoltada de tan importante personaje, mi hermana me inspiraba mucho respeto; sólo después, al vol- ver a casa, perdía a mis ojos su prestigio. Acosábala a pregun- tas que ella, chiquilla envanecida por el importante papel que creía haber desempeñado, llena de orgulloso desdén, apenas me contes.taba. Resultaba un torneo de vanidades, esa colecta de dinero, cada familia queriendo alcanzar mayor sun1a; lo que el cura fomentaba, con celo santo, para mejor provecho de sus pobres. Cada vez, mi mamá para subsanar probables avaricias de los donantes, "glissait" con disimulo en la bolsa una pieza de vein- te francos salvando así la vanidad de su hijita. El cura de nuestra parroquia Monsieur Petithomme, era tertulio habitual de casa; fué quien me bautizó. Era muy romántica la historia de nuestro cura y se me ha- ce simpático recordarla. Siendo aún estudiante, e:staba de novio con una muchacha de su pueblo, a la que quería desde siempre y 1 su compromiso para casarse era para cuando terminara sus estudios. Concluídos éstos y regre.sando a su pueblo, vió desde lejos, en la Plaza de la Iglesia, que entraba a ella un entierro. Al pre-

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