Mi Manuel
- 183 - sus plazas, van así a cada paso rememorando su Historia, en sus glorias imperecederas y contradictorias. Nos quedamos, a dormir en Oherbourg; por la noche, hasta me gustó oír a los marineros franceses , recorriendo las calles, cantando, celebrando su feliz regreso al terruño, alegres, igual que yo. Al otro día partimos para París. Oreo que ni un árbol ni una aldea, pasaron desapercibidos a mis ojos durante el trayec- to, pareciéndome todos viejos amigos, que has.ta me saludaban al reconocerme. Admirado contemplaba Manuel los fértiles campos de esa Normandía, célebre por sus manzanos, ya cuajados de flores y sus praderas donde pastaban tranquilas sus vacas, mirándonos pasar. A lo lejos, divisábamos sus viejos castillos, proyectando visitarlos alguna vez detenidamente.
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