Mi Manuel
-180 - Pronto nos pasó el ca·nsancio, pero el carácter retraído y concentrado de Manuel, no daba lugar a muchos acercamiento con los demás pasajeros. Sin embargo, a veces íbamos a.l saló~ a oír cantar al barítono Ernesto Paz, que venía f armando parte de una compañía de operetas que iba a trabajar a Guayaquil. Eran llevados por José Mendiguren, antiguo amigo nuestro del Círculo Literario. También venían con nosotros varios jóvenes. ecuatorianos que habían estado en casa en los días de la campaña de def ens~ a Andrade, para salvarlo de las garras de los. conservadores de la república vecina. Ahora, rodeaban de respeto a su "defensor". Mucho nos gustó la entrada a Guayaquil, cansados de la monótona aridez de las costas del Perú cuyos numerosos cerros parecían un rebaño de dromedarios, parados eternamente en el desierto. Lindo nos pareció el recorrido por la ría remontando el "Guayas" hasta llegar a Guayaquil. Manuel gozaba igualmente al contemplar las dos riberas de esa exuberante vegetación tro- pical, que le recordaban las regiones de la "Montaña" del Perú, donde había viajado antes de la guerra. Precioso era visto de lejos el pequeño puerto imitando un paisaje suizo, con los techos. de tejas rojas de sus casas, es- calonadas en la falda de su cerro, en medio de esa rutilante natu- raleza ecuatorial. En ese preciso momento de nuestra contemplativa admira- ción, se nos acercó el joven Icaza, uno de nuestros amigos ecua- torianos y no pude menos que repetirle lo linda que nos J.lare- cía su tierra. -"¡Por favor, nos dij o con tono suplicante y algo burlón, no bajen a tierra, para conservar tan bella ilusión!" ... Por supuesto nos pareció desatinada la réplica y riéndonos nos dirigimos a la escala para bajar del vapor. Realmente de cerca vimos que no había ,xagerado el mu- chacho; Guayaquil nos hizo pésima impresión: sus casuchas de madera pintarrajeadas de colores chillones, sus calles mal pa- vimentadais con sus veredas de ladrillos descoyuntados por las continuas lluvias, entre los cuales crecía desvergonzada hierba, indomable y tenaz. Todo en nuestro alrededor tenía aspecto la- mentable de ropa sucia secándose al sol. Un fuerte chubasco que nos empapó, vino a subrayar la mala impresión.
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