Mi Manuel

- 179 - da obsequio de alguna beata confesada suya, recomendándome los llevásemos puestos Manuel y yo, "como salvavidas" contra los peligros del viaje" ... Sin protestar los acepté, dándoselos a Isabel, para que a su vez se los regalara a alguna beata, con más fe que nosotros en su virtud protectora. También mi hermano, muy triste de vernos partir me dió un retrato suyo, para que su futuro sobrino lo conociese desde pequeño. Partimos por fin al Callao, seguidos de una numerosa comiti- va que nos acompañó hasta a bordo. Allí un almuerzo nos reu- nió a todos y junto con una copa de champagne, los brindis y discursos abundaron, dirigiéndonos cada uno su palabra de afecto. El amigo Gamarra en su completa ignorancia de los usos europeos, se salvó de un apuro con su conocida "gracia crio- lla": sirvieron huevos pasados en su respectiva huevera y los vació en ella, viéndolos en el acto extenderse abajo en el plato. Dando entonces prueba de mucha presencia de espíritu para sal- varse del ridículo, exclamó muy seriamente: -"¡Lo que es el no saber inglés!" ... Una risotada general aplaudió la agude- za, saliendo airosamente de su "plancha", el ocurrente "Tu- nante". También hubo su nota discordante, pues a Alberto Quím- per le robaron el reloj, probando que también la "viveza lime- ña" andaba por allí despierta. A última hora, en momentos de partir todos, llegó Federico Buchamer, trayendo triunfalmente para ofrecerle a Manuel, la medalla de oro que acababa de ga- nar en un concurso de tiro al blanco. -"Es la mejor prueba de mi recuerdo" -le dij o al dársela muy emocionado. Abrazos, lágrimas, fervientes votos, de todo hubo en honor nuestro, en la última despedida. Con pena vimos alejarse los botes que se llevaban a nuestros amigos y desaparecer en la le- janía. Con la sensación de soledad que nos rodeó entonces, más juntos nos sentimos Manuel y yo. Nuestra vida se orientaba ya hacia otros mundos y habría que olvidar lo que dejábamos atrás. rrodo nos instaba en ese sentido: El lugar, la,s nuevas gentes que nos rodeaban y sobre tüdo la inmensa necesidad de reposo, des- pués de esos últimos días de agitación.

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