Mi Manuel

- 177 - hechos por Morales Bermúdez y uno de ellos, el doctor don José Maradiegue se le encaró, reprochándole con vehemencia no ha- berlos trasmitido al Comité directivo del Partido. Manuel muy airado le contestó que la oferta había sido personal y no cedía a nadie el derecho de disponer de su voluntad. Los demás. calla- ron; pero Manuel comprendió cuan difícil es encarrilar concien- cias que apenas saben distinguir su deber. Espantado quedó el país al enterarse de la sublevación de Santa Catalina, al mismo tiempo que el fusilamiento de un cen- tenar de conspiradores, ejecutados entre las mismas paredes. del cuartel, sin más juicio que la orde·n de los Ministros de Gobier- no y Justicia, Ismael de la Quintana y Mariano Nicolás Valcárcel, respectivamente, y que en persona fueron a presenciar la ejecu- ción. Entre los victimados estaban Lorenzo Caravedo y hasta mu- chachos menores de 16 años, entre ellos el hijo de una antigua condiscípula mía de Belén, Elisa Cisneros de Burga, al que des- pués de muerto, le encontraron una carta de despedida a su ma- dre, pidiéndole perdón por la pena que le iba a causar. Crimen inaudito que manchó para siempre la memoria de sus autores. Con un poco de nerviosidad veía yo acercarse la fecha de nuestra partida. Al principio de mi llegada a Lima yo de- seaba ansiosamente regresar a Francia, pero después de ·diez y seis años de ausencia y haber formado mi vida en el Perú, algo de pena me daba abandonar ese medio al que me había acos- tumbrado y a esa segunda familia que forman los que nos ro- dean. Manuel por el contrario, iba a realizar la ilusión de su vi- da, conocer los centros de estudio donde había vivido mental- mente, codearse con los grandes escritores contemporáneos a quienes tanto admiraba; respirar, en fin, en ese ambiente de civilización del que se quería .saturar y a la que pertenecía es- piritu8;lmente. También nuestros amigos comprendían ese gran anhelo de Manuel y lo respetaban, aunque para muchos representaba el abandono momentáneo ide sus esperanzas, la desaparición del jefe que querían los guiara hacia el triunfo de sus ideales; pero lo disimulaban bajo una apariencia de conformidad y hasta de mayor ·exteriorización de cariño. Entre ellos el doctor Wences- lao Cuadra, fervoroso miembro de la "Unión Nacional", lleno de ese entusiasmo por las buenas causas que distingue a los pro-

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