Mi Manuel

- 176 - nal, formado por el ejército, sería difícil de derrocar, sin contar siquiera con el apoyo de parte de ellos. Sin embargo antes de partir, Manuel quería dejar acentada la base del partido naciente y ellos mismos le encargaron redac- tara su programa. Desde un principio él había querido llamarlo francamente "Partido Radical" y que su solo nombre fuese su bandera, pregonando claramente sus ideales y sobre todo el no ser un partido personalista como los demás existentes. Mucha resistencia encontró en todos, pretendiendo que sólo ese nombre asustaría a las gentes timoratas que tanto abundan en el Perú. Por el contrario proponían un nombre anodino , que disimularía sus propósitos radicales. Al final Manuel aceptó el de "Unión Nacional", propuesto por otros. En esos días el Gobierno del Ecuador presentó una recla- mación diplomática pidiendo la extradición de Roberto Andrade ' exaltado liberal huído de su país, complicado en el asesinato po- lítico del tirano clerical García Moreno y refugiado en el Perú. Andrade se había casado en Lima con la señorita Isolina Arana y tenía varios hijos. Encabezada por Manuel, toda la falanje de escritores de la Unión Nacional emprendió su defensa. Se entabló una virulenta polémica contra la titulada "prensa se- ria" cuya seriedad como siempre en el Perú, consiste en vivir subvencionada por el gobierno. Ruda fué la lucha, pero ganó la defensa, siendo respetada la hospitalidad debida a todo refugia- do político. El mismo Andrade vino en persona a agradecer a sus de- fensores y siguió por muchos años viviendo en el Perú. Morales Bermúdez, impuesto desvergonzadamente por Cá- ceres, con la condición de devolverle el poder, quiso acallar a los que lo atacaban y ganarse la voluntad de la oposición capita- neada por Manuel. Se presentó a casa un enviado suyo, el doctor Juan José Calle, a hacerle tentadores ofrecimientos: la dirección de un periódico, junto con la senaduría por Lima y al año como corolario, en recompensa por sus buenos servicios, una legación en Europa. Manuel, con tranquila altivez, rechazó tan ofensivas propo- siciones y algo avergonzado se retiró el doctor Calle, dándole muestras de marcado respeto. Días después, en amigable conversación con algunos miem- bros de la Unión Nacional, les contó Manuel los ofrecimientos

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