Mi Manuel

-175 - se vé que ignoraban mi estado de ánimo, para huir de ese in- fierno llamado "Ayhuanco". En el camarote mi primer impulso fué abrazarme de Ma- nuel para olvidar la horrible escena. Al otro día temprano llegamos al Callao; pareciéndome des- pertar de una pesadilla, en que se había extraviado hasta mi razón ... Ya descansada del agitado viaje a Cerro Alegre, que forma- ría época en mi vida por el conjunto de calamidades sufridas, volví a mis habituales costumbres. de recibir y visitar a mis amigas. Más a menudo íbamos ahora con Manuel a la huerta de Isabel, pasando tardes enteras con ella y mis amigas Anta- dillas. Juntas seguían viviendo esa vida de beatas, entre rezos y roce social, tan llena de vanidad, a pesar de tanta virtud. Isabel muy amablemente me obsequió un vestido bordado por ella misma. Lo hizo todo de "aplicación" en dos tonos de azul eléctrico, el color de moda entonces. Precioso quedó, aun- que yo no podía lucirlo mucho por salir siempre cubierta por un amplio abrigo. Lo graciosísimo era que como buena beata Isabel no me ha- blaba a las claras del estado en que me encontraba, contentándose con decirme: -"Si acaso tiene usted un hijo en Europa, voy a darle una carta para una amiga mía, la viuda de Dreyfus, que vi- ve en París, y sea su madrina en nombre mío". Ya habíamos con- venido entre Manuel y yo que no sería bautizado, pero para abu- rrirla Manuel le contestó: -"Para ese servicio, bastará la por- tera". A lo que ella sólo contestó alzando los hombros con mu- cha lástima. Muy feliz seguía ella en medio de sus muchachos a pesar de darles mucho que hacer. Ya los frailes descalzos no veían con tanto agrado ese elevado gasto en que temían ver desapa- recer la herencia y promesa de donación de la huerta hecha a favor de ellos. Tampoco se atrevían a contradecirla quitándose- los, temiendo sin duda, se les sublevara, sabiéndola muy volun- tariosa. Con pena veían algunos acercarse la fecha de nuestra par- tida y con ella desvanecerse las esperanzas de un próximo éxito de Manuel en la política. Creían que el momento era oportuno para derrocar al gobierno e imponerse por la fuerza. "Sueños e ilusiones" pensaba Manuel sabiendo que el partido Constitucio-

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