Mi Manuel

-11- mujeres no tenemos motivos de ejercer. Así fué como un día se presentaron ante ellos unos empleados de la fábrica muy asustados, explicándoles estar enfurecido un caballo que tra- bajaba en dar vuelta a una noria y habíase enredado las patas en la soga que el mismo jalaba. En el acto se apersonó mi mamá y apartando a mi padre inutilizado para el caso, los siguió encontrando efectivamente al animal enloquecido, pateando y corcobeando, amenazando a todos los que se le querían acercar. Sin titubear un momento, ella, dando a todos esos hombres amedrentados un ejemplo de energía y presencia de espíritu, se acercó al animal y pasándole la mano por la cabeza lo calmó, al mi 1 smo tiempo que le dirigía palabras de cariño. Algo tranquilizado; ella aprovechó para quitarle la soga que le enredaba las patas, salvándolo de una muerte segura. Todos esos hombres reunidos allí, se quedaron estupefac- tos, ante ese acto de valor y sangre fría, tan poco común en una mujer. Después del almuerzo, al terminar su café, mi papá acos- tumbraba echar un poco de cognac en el fondo de su taza, en la que yo venía siempre a mojar un terrón de azúcar: "Un canard", un pato lo llaman los muchachos al sabroso bocado. Para merecer este "pato", mi papá me obligaba antes, a dar una pitada a su cigarrillo que también fumaba, junto con su café. Era como un impuesto a mi gula: a él, le divertía el verme hacer gestos, porque el humo me picaba la boca. La escena se repetía todos los días, hasta que al fin me acO'stumbré y me llegó a gustar el fumar, tanto como el mismo pato; pero yo con maña lo disimulaba y seguía haciendo ges- tos, para que no sospechasen mi nueva afición. Un día, desde Parfo, habían venido a vernqs mis tíos : ella hermana de mi papá, señora muy togada y severa y su mai'ido, abogado "Agregé au Tribunal de Oommerce". Después del al- muerzo, estando aún conversando todos, yo me escurrí de la mesa y yendo al escritorio de mi pa,pá saqué un cigarro. Encen- diéndolo y repantigándome en un sillón, me instalé allí cómoda- mente, a fumar mi "puro" ... Por supuesto era la primera vez que me atrevía a tanto y ni suponía el daño que me podía hacer.

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