Mi Manuel

- 164 - Yo no lloré, una inmensa rabia me penetró y sin duda con gran escándalo del doctor Patrón allí presente, me sublevé ante tanta injusticia. -"La religión es una farsa, le dij e a Manuel nunca más volveré a rezar; Dios no quiere o no puede: de todo~ modos es inútil rogar", y me abracé de Manuel con mi hijo muerto en los brazos. Al fin pude llorar, desahogando nervio- samente mi dolor. . El que critique esa reacción anti-religiosa mía, será porque nunca puso en Dios, como yo, toda su fe y esperanza. Para mí fué el descalabro completo de todas mis creencias. Que un sé; desaparezca de la vida cuando ha llenado su fin en la tierra, es natural; pero es inadmisible, que un pequeñito venga única- mente para morir. Nuestra razón no puede sino rechazar esa fal- ta de lógica de parte de un Dios justo y omnipotente como que- remos concebirlo. Siquiera la muerte de mi hijo me había servido de algo: haberme unido espiritualmente a ·Manuel y librado de la suges- tión católica, abriéndome los ojos ante su indiferencia. Tranqui- la la conciencia, aunque ulcerado el corazón, seguí con más confianza, el nuevo camino que me señalaba Manuel con su pa- labra y su buen ejemplo, sin ver en todo creyente, más que un atrasado mental digno de lástima nada más. Pasando el tiempo volvió la calma a mi corazón, estando al lado de mi Guía, mi Compañero fiel, mi único Amor. Volvimos a dar esos paseos por el campo, ya que nadie nos esperaba en la casa; más unidos, sólo apoyados en nuestro constante afecto. El, orgulloso de ese triunfo sobre mis ideas de antes, ya sabiendo que no me asustaba que las pregonara. Volví a mi acostumbrada faena de copiar sus artículos, y mu- cho me entusiasmó su escrito sobre la Revolución Francesa. Ya no era la colegiala timorata que con espanto leía el nombre de Robespierre. Veía bajo otro aspecto esos nombres que Manuel evo caba. ¿Milagro del amor? o simplemente de mi razón, que ne- cesitó pasar por el crisol de ese segundo dolor para despertar. Repetiré las palabras con que él mismo terminaba su artículo: "Acusemos también a la Naturaleza porque marcha eternamen- te sobre las lágrimas del hombre, sobre las ruinas de los mun- dos, sobre la tumba de todos los seres ... " Fué entonces que escribió su disertación filosófica sobre la "Muerte y la Vida" tan sencilla y clara. Cada frase me hacía me-

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