Mi Manuel

- 159 - años, señor y voy a traerla para que le manifieste ella también, su ardiente admiración". Y se retiró. Ya solos y dirigiéndome entonces a don Abelardo, le dij e muy secamente: -"Estoy muy agradecida de estas muestras de simpatía~ pero le ruego decirle a su amiga, que se abstenga de volver, sobre todo, acompañada de su hija" ... Muy sorprendido se manifestó el amigo Gamarra: -"Señora, me dij o, por las mujeres es que aquí en el Perú, se llega al triunfo". -"No ad- mito victorias a ese pr·ecio, le respondí, cerca de Manuel ¡sólo yo!" ... Felizmente, no se lo tuve que repetir; no volvió a traer de esas muj eres honradas como él lo pretendía; pero que yo me suponía muy listas a perderse, "para salvar a la patria". Al saber nuestro regreso, volvieron con nuevo fervor los jóvenes amigos, ya con intenciones muy marcadas de transfor- mar el "Círculo Literario" en un partido político. "No vengo a guiar, había. dicho Manuel al aceptar su presidencia, sino a ser arrastrado por el buen camino". El no se oponía abiertamen- te a esos proyectos, pero conociendo el carácter versátil de los de su raza, dudaba mucho de su constancia. _HAl primer cam- bio de gobierno me decía; ya verás, como se largan todos!" Y efectivamente, cuando se habló de la candidatura de Morales Bermúdez, impuesta por el mismo Oáceres, empezaron muchos a desertar de las reuniones del "Círculo", obligados, decían algunos, por las exigencias de sus familias. Fuimos a asistir a la exhibi- ción del partido, con su candidato a la cabeza. El lugar de reu- nión era en la plaza del Dos de Mayo y debían recorrer la ciu- dad hasta la plaza de la Inquisición. Por supuesto fué largo el desfil e, nunca faltan numerosos adherentes ·a un nuevo gobier- no que se inicia, sobre todo con el apoyo oficial. Tuvimos, pues, ocasión de ver allí a muchos amigos nuestros y entre ellos mon- tado en un mísero caballito trotón y casi el último del cortejo, a nuestro entusiasta amigo Alberto Secada, humillado y cabiz- bajo, "obedeciendo a la orden paternal", según nos dij o Gama- rra que nos acompañaba y era gran amigo suyo. Era la mejor lección de cosas, aunque triste, constatar esa falta de energía en los. flamígeros amigos que allá en las reunio- nes, hacían alarde de valor ante los demás, para de~pués aplas- tarse públicamente ante la conveniencia.

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