Mi Manuel
- 156 - mí que venía a cruzar sus ambiciosos planes, los sueños dora- dos de toda madre. Este era el secreto de esa repentina agresividad, repercu- tiendo ,en todos y que tanto me había herido. Luegoll para endulzar esos malos recuerdos me contaba de su infancia, cuando chi- quillo y travieso se refugiaba tras de las faldas de su mamá Oha- b@lita, de la dulce abuela, que estoica recibía los chicotazos di- rigidos contra él, por las, iras maternales. Otra narración suya me hizo hasta llorar, pareciéndome al- go insondable el corazón de la católica señora: Vivían entonces en la calle de Presa, casa de los condes de Monteblanco, con sus patios, anchos_corredores y su gran huerta donde pasaba un río centro de las travesuras de Manuel y diarias evoluciones, conti~ nuo motivo de las riñas de la mamá Pepa que no lograba ha- cerse obedecer. El, por el contrario, huía de ella más lejos, no llegándole a alcanzar sino las amenazas de un futuro castigo, que le cobraría luego en la noche. Llegada la hora de comer, reunida la familia alrededor de la mesa, concentraba el muchacho su atención, en escudriñar la cara de su madre y leer en sus ojos si le duraba aún el enojo 0 si lo había olvidado ... Al verla atender a todos con la misma serenidad de siempre, se apaciguaban sus temores y tranquilo se iba a acostar después del imprescindible rezo. Las cristianas palabras de perdón repetidas tantas veces por la buena mamá, resonaban armoniosas en ese momento a los oídos del chiquillo, repitiendo con todo fervor: -"Perdóna- nos nuestras deudas, como nosotros perdonamas a nuestros deudores" ... Luego llevado de la mano de su mamá Juana, que lo había criado desde pequeño y que él recordaba siempre con ternura, se dormía. Pero la implacable mamá Pepa., antes de acos- tarse, venía a cobrar la deuda contraída, despertándolo a chi- cotazo limpio en su pobre trasero desprevenido, que se entrega- ba indefenso. Yo lloraba ante esa refinada maldad, cruel y perversa, con- tra un pobre niño dormido y me parecía más de una madrastra, que de una madre. Pero él, en su afán de defenderla, me contes- taba. -"Eso prueba que cumplía un simple acto de justicia, no como otras madres que corrigen a sus hijos, en un impulso de cólera" ...
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