Mi Manuel

-145 - copié. -Gamarra muy patrióticamente interesado venía a infor- marse: -"¿Cómo anda el trabajo?" Manuel se lo leyó. El pobre "Tunante" se entusiasmó al oírlo, pues era muy patriota. -"¿No lo tomarán preso, le pregunté yo, por los ataques directos al Gobierno?" -"Aunque me encerrasen años en la Penitenciaría-, me contestó él, con la voz aun trémula de emoción-, algo más daría yo,/ por haberlo escrito" ... Y propagó la noticia entre los amigos, todos acudiendo a informarse, levantap.do gran curiosidad el conocerlo. Y de veras fué un verdadero triunfo: lo leyó Miguel Urbi- na, de voz bastante fuerte para dominar todo el ámbito del in- menso teatro Politeama. Manuel y yo, escondidos en un rincón, sin que nadie nos viera, asistimos emocionados· al apoteosis de esas palabras inspiradas por el más puro patriotismo. De lejos veíamos al Presidente Oáceres oyendo atónito las vibrantes fra- ses y doña Antonia, su mujer, sentada a su lado, dándole de co- dazos a cada párrafo alusivo que sacudía al auditorio y lo ha- cía prorrumpir en frenéticos bravos. Aquello fué inolvidable para los asistentes y también para mí; cuando al salir de bra- zo los dos, me parecía ver los aleteos de la Gloria rozando las sienes de Manuel. Parece que Oáceres decía a sus ministros: -"No sé si apre- sarlo o llamarlo para darle un abrazo". Ninguna de las dos co- sas hizo, pero de antemano había sido prohibido reproducirlo en los periódicos locales. Eso causó aún mayor escándalo, azuzando más la curiosi- dad del público, ávido de conocerlo. Sólo la "Luz Eléctrica", se- manario de oposición de don Mariano 'I1orres y excomulgado por el Arzobispo, se atrevió a publicarlo. Todos se arranchaban la hoja doblemente prohibida y vi el caso de una señora muy devota, no pudiendo resistir a la curiosidad de conocer el dis- curso, recurrir al estratagema de hacérselo leer por su marido, que no temía "les foudres" de la iglesia católica pues era pro- testante. Tres ediciones consecutivas sacó don Mariano, haciendo pingües ganancias; entonces se le ocurrió ofrecer a Manuel un almuerzo en los mismos talleres del diminuto semanario de la calle Ortiz. Fué un agasajo fraternal y sencillo al que participó Manuel en medio de los empleados, encantado de haber hecho

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