Mi Manuel

- 135 - Seguíamos por las tardes nuestros paseos por el campo; partiendo cuando el sol empezaba a declinar y de brazo los dos, muy unidos emprendíamos grandes recorridos por Surco, Mi- raflores o Chorrillos. Cuando cansados de andar nos sentábamos al borde de al- guna tapia, seguíamos la conversación empezada desde hacía tres años ya e iba a seguir toda nuestra vida sin cansarnos, en- contrando siempre algo nuevo que decirnos o interesante que repetir; él me contaba de su infancia, ·esos pequeños detalles que sobrenadan del mar de nuestros recuerdos y constituyeron nuestra vida de entonces; ignorada hasta de los que nos rodea- ban y sólo pueden interesar el alma hermana, la de nuestra elección. Recuerdo que otra vez me hablaba de su marcada resisten- cia desde niño por rezar y me extrañaba esa exaltada antipatía que parecía innata ·en él. -"¡Qué raro aborrezcas tanto a los sacerdotes y gentes de iglesia! Mi papá era tan incrédulo como tú: lo fué, hasta ante la muerte y sin embargo no rehuía con- versar con ellos; le parecían de trato agradable, más instruídos y sobre todo mejor educados que la generalidad de las gentes.". ~"La razón es que tu padre no ha sufrido como yo, al vivir en ese ambiente de rancio fanatismo español, desconocido en Fran- cia, sobre todo después de la Revolución; entre esa locura mís- tica que domina a las mujeres, las vuelve trapos en sus manos, s·eres sin más voluntad que la de "ellos", como lo he palpado en mi madre y mis hermanas. En mi casa, yo desayunaba frai- les, comía frailes, respiraba frailes y sólo la voluntad de "ellos,", dominaba en todo. . . Ahora recién me siento libre de "ellos" a tu lado; pero aun sangra la herida que han abierto y temo no se cicatrice nunca! ... " Pensativa lo seguía oyendo, midiendo la sinceridad de esa queja que realmente sentía brotar desde lo más profundo de su corazón. Y eso, que ignoraba lo peor, lo poco que había fal- tado para que yo también ahondara más ·esa herida, abando- nándolo para siempre. Pobre Manuel, podía haberle dado "le coup de grace": el remache, .siendo yo r esponsable de su deses- peración, si se mata en un momento de locura. Y más cariño me inspiraba y lo abrazaba con más amor. Otras veces me contaba lo que había sufrido, cuando con- trariando sus tendencias lo habían metido a Santo Toribio y

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