Mi Manuel

XI ONCE DE SEPTIEMBRE DE 1887 Muy nerviosa estuve todo el día, temiendo aún los malos azares de la vida. Cuando me empezaron a vestir, no me podía estar quieta: -"¿Ya llegó Manuel?" preguntaba yo a cada ra- to. - "¿Tenías desconfianza de mí?" me preguntó después. -"¡De tí no, de la Suerte !" le contesté, abrazándolo. A última hora se había decidido que sería en mi parroquia, San Marcelo, donde tendría lugar la ceremonia. No necesitaba yo oír los famosos acordes de la Marcha Nupcial que resonaron a mis oídos al entrar a la iglesia; la mejor música ·estaba en mi corazón. Mi hermano y Cristina fueron mis padrinos: eran mis únicos parientes. Mucho rogué a Dios que me hiciera feliz, pro- poniéndome sobre todo, convertir a Manuel. Al salir de la iglesia, ya de brazo con Manuel, no me sentía pisar el suelo, me parecía tener alas, volar en el éter, completan- do la ilusión todo el blancor que me envolvía. Al subir al coche, ya solos los dos, nuestro primer impulso fué besarnos, .entregándole yo a Manuel el alma de mi vida, él la suya. Al llegar a casa, tomamos una copa de champagne, reci- biendo las felicitaciones de los poquísimos asistentes que nos ro- deaban. Cristina muy tiernamente me abrazó. Rápido pasó ese rato y me fuí a desvestir, poniéndome de riguroso luto por esta suegra mía que acababa de morir; que debería haber sido mi segunda madre, si hubiera sabido estimar todo el cariño que yo le tenía a su hijo.

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