Mi Manuel
-130 - sita de pésame. Largo rato quedamos abrazadas las dos llorando amargamente pensando en la dura separación y el triste motivo que ahora nos reunía. Me llamó su hermana preferida sabiendo el cariño que yo le tenía a Manuel. Muy a menudo volví para acompañarla en esas primeras semanas de duelo. Mejor que nunca nos comprendimos, unidas las dos, sintiendo no más que fuese sólo al precio de la muerte de su madre que se realizara. Luego empecé los preparativos para nuestro matrimonio que quedó fijado para el 11 de septiembre, tercer aniversario de nuestra primera "batalla amorosa". Manuel alquiló en el Ba- rranco, el rancho de los hermanos Másperi, situado casi al fren- tr~ de la e.stación principal del ferrocarril, que entonces era el centro de reunión de los veraneantes por la noche. Muy nerviosa me sentía en esas últimas semanas, redoblan- do mi fervor, invocando a Dios para que fuese feliz; pensé en irme a confesar, lo que no había hecho desde hacía cerca de un año; pero no quise ir a Belén, yo no había ido donde el nuevo capellán y preferí dirigirme a los padres redentoristas, frailes franceses también y muy amigos de mi hermano: uno de ellos el padre Quignard era su antiguo condiscípulo en el Seminario; en Francia había conocido a mi papá y a mi mamá, cuando ve- nía todo el colegio a pasar las tardes en nuestra propiedad de la "Chaussée de París". Fuí pues la antevíspera, queriendo comulgar esos dos días antes de mi matrimonio. Me dirigí a un confesionario que ví es~ taba ocupado por un padre y me fuí preparando mientras lle- gaba mi turno. Me acerqué al confesionario y dij e el motivo es- pecial de mi venida, estando en vísperas de casarme. El padee me dejó hablar, confesé mis faltas y al terminar me preguntó: --"¿Y es practicante su novio?" -"No, le contesté, es de familia muy católica, pero él no es creyente". -"Pues, mi hijita, va us- ted a cometer un grave error al casarse y yo no solamente no se lo apruebo, sino que se lo prohibo. ¿Cómo puede usted creer que conservará su fe al lado de un incrédulo y con ese carácter ve- hemente que le estoy viendo?" -"Padre, le contesté, lo quiero y estoy de novia desde hace tres años; fuera de mi cariño, tam- bién mi honor está de por medio". -"También la salvación de su alma!" casi me gritó interrumpiéndome. -¡No se debe usted casar con él, ni con nadie!. . . Mañana volverá usted, para que
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