Mi Manuel

- 126 - Me aseguró ser por pocos meses y tener la esperanza de ser él quien me casara a su regreso a Lima. Pero no volvió más; allá le sorprendió la muerte. En mi co- razón agradecido, guardo siempre vivo su recuerdo: a él he de- bido mi felicidad. Antes de irse me recomendó mucho al nuevo capellán del colegio; pero preferí esperar su regreso y desde ese tiempo, no fuí más a Belén. Ya consolada de no ver a mis amigas, me seguí paseando y aceptando toda oportunidad de mostrarme en público al lado de Manuel; tenía yo a orgullo que me viesen con él, yendo jun- to con mi hermano al teatro y otros paseos, donde me querfo llevar. A menudo me convidaban otras amigas mías a sus casas a almorzar y pasar la tarde con ellas. Como la víspera yo le avi- saba siempre a Manuel, al otro día estaba segura de encontrar- lo "por casualidad" en mi camino. El mérito era que allí me es- peraba y al volver lo encontraba otra vez en el mismo sitio, así fuesen las horas que yo me demorara. Muy vanidosa me sentía ante ese rendimiento suyo, queriéndolo con todo mi corazón, siendo él la vida de mi vida. Pero a pesar de todas estas pruebas innegables de cariño, muy largo me parecía este segundo año de noviazgo y contri- buía a fastidiarme la insinuosa y estúpida frase que al encon- trarme me repetían mis amigas: -¿Cuándo te casas?" Estas simples palabras tenían el don de exasperarme y habría huído a cualquier parte por no tenerlas que oír. ¿No comprendían las gentes que no dependía de mi voluntad y que hasta por decoro no le toca a una niña manifestar ansia de casarse? Me parecía tan impertinente como indiscreta la pregunta y por supuesto reflejaba en mi ánimo, poniéndome nerviosa e insoportable. Con Manuel habíamos convenido en casarnos e irnos de Lima. El arrendaría una hacienda, yéndonos lejos de los resen- timientos de su madre, solos los dos y felices. A mí me encanta- ba la idea de vivir en el campo y en esa espectativa vivíamos, es- perando una oportunidad para realizar nuestro matrimonio. Qué me pasó el día en que me anunció querer ir al norte, a visitar una hacienda que le ofrecían, para conocerla antes de ce- rrar ·el trato? Sin duda fué debido a mi estado de irritabilidad y sin reflexionar lo interrumpí: -Ya he cambiado de parecer, si

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