Mi Manuel

-123 - Hasta que por casualidad se enteró l~ s.eñora Pepa y optó por acompañar prudentemente a la criada hasta entregar en ma- nos del enfermo mismo, el tan provocativo bocado. Fué a fines del 84 que Manuel pensó en irse al lado de Cáce- res. Como consecuencia de nuestros amores, no se movió da Lima. ¿ Fué un bien para él? No lo sé, pues habría cambiado to- do el rumbo de su vida. Por mi parte, si él se va, habría yo en- trado al convento a terminar mis días,; contando el Señor con una sierva más. Isabel seguía en su huerta, acariciando nuevos proyectos; nada menos que tomar a su cargo, instruír y educar niños, para dirigirlos desde su temprana edad, hacia el sacerdocio. Al prin- cipio el padre González, su confesor, ·no apoyó sus planes, com- prendiendo lo costosa y difícil que sería la tarea; pero ella era de carácter tenaz, siempre lo había probado y no descansó has- ta realizar sus nuevos propósitos. Arregló el local, que era inmenso; lo dividió en comedor, clases de estudios, dormitorio, separando de la huerta un gran pampón para los juegos de los niños. Cuando todo estuvo pre- parado, escogió a los que iban a ser sus pupilos; ella los pro- veería de ropa blanca, vestidos, calzado y sobre todo de profe- sores, teniendo, además, un fraile descalzo que les vendría a decir misa, confesar y cumplir todos sus deberes espirituales; pues desde el principio, al instalarse en la huerta, la había provisto de una preciosa capilla, donde ella dirigía los rezos de las muj e- res que la acompañaban. Llegó a juntar 25 niños, todos de raza blanca, y dAecentes, que era la condición esencial para aceptarlos; pobres, por su- puesto y para cuyos padres fuese un atrayente porvenir el de- dicarlos al servicio de Dios. No le costó trabajo reclutarlos, en- cantados le trajeron sus hijos; hay tanta gente pobre, para qui e·· nes es un problema vestir, mantener H instruir a sus pequeños retoños. Y empezó a funcionar el nuevo colegio. A ella la llamaban 4 'La mamita" los muchachos, y a la señora Pepa, "la abuelita"; no sé si realmente colmaron los vehementes deseos de la señora en t.ener tantos nietos, ni tampoco si realizaron sus anhelos de sentirse querida de ellos: tal vez el número equilibró la calidad, ya que eran muchos. Pero sí supo cuanto le llegaron a costar,

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