Mi Manuel

- 112 - yo llegaba; esas pequeñas rivalidades son frecuentes entre mu- chachas y no me preocupaban, bastándome el fiel afecto de Mar- garita, que seguía siempre igual. El 4 de septiembre era el día del santo de mi amiga Zoila y le mandé saludos, no pudiendo ir por estar de luto. Al otro día vino ella con su madre, a convidarnos a comer para el do- mingo siguiente, asegurándome que estaríamos únicamente con su familia y aceptamos. Ese día al volver de misa de una con Margarita, ella se afanó en que subiera a su casa, para que Julia me peinara, como a menudo acostumbraba, por hacerlo ella rne- j or. Acepté y en el "Estudio" quo así se llamaba una sala escri- torio donde recibían a diario, encontramos allí sentada a la madre de esa niña. En el acto comprendí que Julia no me podría peinar por estar con la hija y quise irme; pero Margarita insistía mu- cho en que yo me quedara, diciéndome despacito que pronto se iban a ir. Le dió rabia a la señora oírnos cuchichear y alzando la voz, llamó muy fuerte a su hija: -"¡Vámonos, hija, que a esta niña le da rabia que estemos aquí!" Yo no había manifes- tado ningún fas tidio contra ella, queriéndome ir no más, contra la voluntad de Margarita que me rogaba me quedase. Mucho me mortificó esa salida de tono de la malcriada señora y parán- dome en el acto me salí al corredor. Sin dejarme bajar las esca- leras, a jalones me hizo entrar Margarita al callejón, tranquili- zándome, diciéndome que no llorara, ni le hiciera caso y espera- se un rato que madre e hija se fuesen. Yo llorosa, no me quería quedar, repitiéndole que no volvería nunca más. En ese momen- to apareció su tío Manuel que sin duda había oído los gritos de la buena señora, uniendo sus ruegos a los de Margarita para que yo me quedara. Yo avergonzada de que él presenciara esta ridícula escena de celos agaché la cabeza tapándome los ojos y sentí una mano que acariciaba la mía. Comprendí que no era Margarita y retiré mi mano. En ese momento llegó Julia dicien- do que ya se habían ido sus amigas, sintiendo mucho lo suce- dido. Regresamos todos para el Estudio, Margarita fué a traer agua para que me lavara los ojos, Julia un paño para secárme- los y mientras me dij o su tío Manuel: -¿Por qué no quiere us- ted volver, castigando a quien nada le ha hecho? ... " Nada le contesté, turbándome sus palabras y más que nunca, proponién- dome no venir más, a la casa; y ahora, por doble motivo.

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