Mi Manuel
- 103 - ro riñó a la muchacha, amenazándola de decírselo a su madre, si lo volvía a hacer. Pasaron días, hasta que murió una señora Florita Rebaglia- ti, amiga de la familia y por la noche la mamá Pepa y Marga- rita sintieron pasos por la pieza siguiente al dormitorio de las dos. Por supuesto el espíritu religioso, siempre despierto en ellas, atribuyó el ruido a las "penas". "El alma de nuestra pobre amiga, que viene a r ecoger sus pasos, pidiendo oraciones" ... y ambas se pusieron a rezar muy fervorosamente por ella. Pero una noche en el balcón, sorprendieron a la "pena" conversando con un fraile de la Merced, desde su celda del frente. Ni hubo explicación; al otro día habían desaparecido los dos; ella, aban- donando la casa, él su convento; ella olvidando las bondades de la familia, él su hábito y sus votos. . . La pobre mamá Pepa muy escandalizada sufrió un doble desengaño ... En los últimos meses de 1883, terminaron las funciones. de "Guardador Judicial" del señor Wylemann y la familia se tras- ladó a vivir a la calle de Plateros de San Pedro. Ya no gozaría- mos del extenso local para jugar, pero al estar más en el centro nos veríamos con más frecuencia. Pensaban estrenar la casa el primero de enero y convidarnos "a planter la Crémaillere" ese mismo día, para festejar juntos, la fecha más celebrada por los franceses. Pero todo quedó en planes al enfermarse mi papá en la segunda quincena de diciembre. Llamado el doctor Flores, médico nuestro, no lo mejoró, pensando como mi papá lo temía, fues e un nuevo ataque de parálisis. Era muy terrible la amena- za y mucho me impresionó. Sin embargo me consolaba verlo conservar toda su lucidez de espíritu y hasta seguir sus partidas de ajedrez con su amigo. Pero ·una mañana, no pudo levantarse, quedando en cama, notando él mismo los progresos del mal; sin sufrir, sentía retirársele la vida de los miembros inferiores pre- veyendo su pronto fin. Mi primera idea al verlo enfermo había sido implorar a Dios, para que me lo conservara y empecé una novena de misas "de segura eficacia, para obtener del cielo, lo que se le pide con fe y fervor".- Felizmente, ni una ni otra me faltaban. Para ir, escogí la hora en que todavía descansaba mi papá, y salí con mi muchacha, dejándolo al cuidado de la cocinera, recomendándole, que si me llamara, no le dij era que había ido a la iglesia.
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