Mi Manuel

-101- madre para ir a vivir a su nueva morada, que pronto transfor- mó en una verdadera sacristía de los Descalzos, "rendez-vous" de todas las beatas adictas a la "Tercera Orden" y lo más gra- neado entre las ricas devotas de los santos padres. La casa se volvió una verdadera sucursal del convento: allí se llegaban cada día los padres a informarse de los recados que les dejaban sus devotas y que Isabel a su vez les trasmitía. En la tarde, al regresar de sus prédicas y confesiones, en la ciudad, era casi obligatoria la visita que le hacían de nuevo, antes de recogerse a su convento. Por supuesto ella les preparaba ricos bocados, finos dulces que les obligaba a comer "bajo santa obediencia" que es· la f ór- mula consagrada para el caso y ellos piadosamente obedientes, oomían todo lo que les ofrecía la virtuosa dama. Al principio sólo recibió a su lado señoras decentes, que- riendo estar más cerca de sus padres confesores; luego acogió a una devota pecadora, que para huir de las tentaciones pecami- nosas, había abandonado a su amante, que en vano la buscaba por todo Lima; esto rodeaba a la nueva Magdalena de cierta aureola de prestigio que suscitaba la curiosidad y tal vez la envidia de las demás. . . Pronto se volvió su casa una reunión de santas mujeres que ella gobernaba y manejaba con despóti- co y religioso rigor. Pero su madre, la pobre señora Pepa, sufría de ese aleja- miento de su hija, quejándose de lo qúe llamaba su completo abandono. Sin embargo ya debía haberse acostumbrado al genio in- dependiente de su hija, pues desde chica Isabel se mostró siem- pre de carácter autoritario; sin contentarse de las propinas que le daban igual como a sus hermanos, exigió que su padre le die- se renta especial para sus gastos. Le hizo gracia al padre esa decisión de la chiquilla de doce años y condescendiente le aban- donó la renta íntegra de un almacén de los bajos de la casa. Por supuesto no faltó quien supiera aprovechar y abusar de su Bspíritu caritativo; pero ,eso era ya cosa de su voluntad y nadie se interpuso en sus gastos. Varias veces la pidieron en matrimonio, entre otros el cu- ñado de su hermana; pero nunca quiso ella ligar su vida a un hombre, no pudiendo admitir estar bajo la férula _de nadie. Con ese carácter enérgico se independizó pronto de sus padres, en-

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