Mi Manuel

- 98 - También habíamos regresado a visitar a la familia Laurie al volver de los pontones, encontrándolas a todas ellas ocupadas en atender a un herido de la batalla de San Juan. Por gran ca- sualidad lo conocía yo de nombre, pues era el General Vargas Machuca, compadre de la señora González de Prada, padrino de su hijo Manuel. Por esa razón me interesé especialmente por él y pedí referencias sobre su estado, notando divergencias de opiniones: Nadie estaba de acuerdo en decir si la bala había pe- netrado por el pecho o por la espalda, lo que daba lugar a malé- volas interpretaciones sobre el valor personal del general heri- do y provocaba nuestras risas a nosotras muchachas, a escon- didas de las personas mayores. Lo más raro para mí fué que al ir a visitar a Margarita y contarle del caso del antiguo amigo de la familia, noté cierto tono de burla también, justificando nuestras dudas. Verdad que en ese tiempo nosotras las mujeres habíamos adquirido el derecho de burlarnos de los militarotes de profe- sión, pavos cebados con el dinero de la nación y al utilizarlos en el momento oportuno, tan mal se habían portado en los campos de batalla. "Corredor de Campamento!" era la típica frase que las mujeres del pueblo aventaban a la cara de los hombres, al pelear con ellos en la calle y les oí gritarles más de una vez. Un mes después, más o menos, ya curado, el herido pudo regresar a Arequipa su tierra nativa al lado de su mujer, sin haberse aclarado nunca nuestra duda, respecto a la herida del famoso General. Desde que yo vivía en la calle de las Mantas había contraí- do amistad con una señorita Carmen Villarreal, antigua alumna de Belén, que vivía enfrente de mi casa. Con motivo de un incen- dio en el mismo jirón, me convidó a ir a su casa para verlo y desde entonces fuimos amigas.. Ellas eran siete hermanas, varias casadas y un hermano hombre al que dedicaba ella sus cui- dados. A menudo pasábamos las tardes juntas, acompañándonos a misa los domingos y distrayéndonos mutuamente. Poco antes de la guerra, durante las vacaciones del 79, una tarde estando las dos en su casa, pasó el tío de Margarita, alzando la cabeza, mi- rando mucho a mi balcón. Por supuesto él no pensaba que yo estaba al frente y no me vió; pero yo al divisarlo se lo enseñé a mi amiga y le dij e quien era.

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