Mi Manuel

- 94- "paco" con una escoba en la mano ordenándole barrer: -"Yo no barro,,, dij o el chino por varias veces, con voz firme y sin obedecer. Entonces el chileno lo cogió del dedo índice, torcién- doselo hasta querérselo romper. Había visto la escena y apu- ré el paso, para no ver lo que no podía remediar. Llegué enfer- ma a casa, convencida de que era preferible estar en el colegio y no presenciar tales abusos. A bordo del pontón "Felicia", donde se habían asilado mu- chas familias francesa s, conocí a una niña de mi misma edad Juana Wylemann; su padre era amigo de mi hermano de modo que al encontrarnos nos hicimos fácilmente amigas; amistad que duró hasta su muerte en 1915. Su familia vivía en la "Fundición del Sauce", su padre em- pleado de la casa Gautreau, fué nombrado guardián judicial e interventor de la fundición a la muerte de su dueño, un señor Rumril, inglés casado con una señorita Echenique, familia co- nocida de Lima. Al vivir tan cerca de Belén me resultaba una gran comodi- dad el ir a almorzar a casa de mi amiga antes de ir al colegio, pues me quedaba con ella toda la tarde del lunes, regresando al encierro sólo al toque de la oración. Juanita se había educado en el colegio de la señorita Enri- queta Lund, plantel muy afamado en ese tiempo; cuando la conocí había terminado sus estudios, pero no había hecho su Primera Comunión. Yo al saberlo, y siendo entonces una fer- viente católica la catequicé y hablé con las madres, afanándome en que la hiciese en Belén. Entró, pues, para prepararse en unos días de retiro y luego después comulgar juntas, acompañándola yo a la Santa Mesa. Seguía pasando el tiempo, yo entretenida en mis variadas faenas de alumna libre: -"¡El año más feliz de su vida! ... n me repetían a menudo las madres, aunque hasta ahora, yo no lo sabría afirmar: conforme no puede haber para un católico felicidad completa, en el Limbo, privado de la vista de Dios; ¿La puede haber en una verdadera vida, sin Amor? . . . repetiré con el poeta: "Era un día triste,, corno una vida sin amor" . .. Varias veces en el año me había llamado a su cuarto la madre Prelada para hacerme reflexiones sobre mi porvenir, pre-

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