Mi Manuel

- 92- todas las noches en el departamento de la señora Jesús, sin du- da recordaban el pasado o comentaban con ella la poca estabi- lidad de los bienes de la vida ... Algunas madres, entre ellas la madre Eufrasia, tenían permiso especial para irlas a acompañar también. A mí no me pesaba haber vuelto al colegio; rodeada de al- gunas amigas y sin tener que estudiar, pasaba mi tiempo en lo que me agradaba hacer; hasta habían madres que me pedían las reemplazase en hacer sus clases, lo que me daba cierta impor- tancia ante las niñas. Una de mis aficiones era el dibujo y en el amplio salón donde entraba mucha· 1uz por sus grandes ventanas, pasaba yo largas horas sola o acompañada de las otras compañeras que estudiaban el dibujo. Una tarde, aplicadas. todas a imitar nues- tros respectivos modelos, estando ausente la maestra, empeza- mos a hablar de lo que era el tema cotidiano de nuestras con- versaciones : la bochornosa ocupación chilena y la responsabi~ lidad del que nos había entregado a ellos. Todas pensábamos igual al respecto y duramente le reprochábamos al famoso "Pro- tector de la raza indígena", que hubiese empezado por proteger- se a sí mismo, al no dar más acuerdo de su persona, a pesar de haber dicho "retirarse a la sierra para organizar un nuevo ejér- cito". Hablábamos con entera libertad seguras de tener razón y haciendo caso omiso de Grimanesa Montero, que callada no¿ escuchaba. Hasta que estalló reprochándonos el ser injustas con el padre de sus amigas. "No es cuestión de simpatía personal, le dije yo, es un "hecho", que nadie puede negar" y seguimos discutiendo aca- loradamente entre todas. Volvió la maestra a la clase y calla- mos siguiendo nuestras labores, como si nada hubiésemos dicho. Al otro día temprano, al salir del comedor y antes que en- trasen las niñas a clase, la madre Alodia me mandó llamar, di- ciendo necesitarme para copiarle música, como otras veces se lo había hecho. Encantada subí a su cuarto de estudio; allí la en- contré y me explicó haber sabido de un complot contra mí y que lo quería desviar por no parecerle justo el proceder: Gri- manesa Montero había contado a la familia Piérola nuestro al- tercado de la víspera en el dibujo y la madre Eufrasia, segura- mente para hacer méritos ante ellas, me quería encarar y repro-

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