Mi Manuel
- 86 - toy loca, ya vienen las demás! ... " y seguía yo oyendo retum- bar cada vez más fuertes las descargas. de las ametralladoras. En el acto la madre Prelada corrió hacia la puerta a conte- ner la avalancha encamisada que ya empezaba a invadir la igle- sia. -"¡Niñas, son cohetes! hoy es San Pedro, "nos dij o mesu- radamente y casi sonriente, ante el ridículo espectáculo que ofrecía el cuadro. En el acto la risa reemplazó el espanto y algo avergonzadas de nuestras rudimentarias fachas, regresamos to- das al dormitorio, junto con la madre Prelada. La pobre madre Alodia estaba aún nerviosa, semi-llorosa, avergonzada de su "plancha", pero sonriente ya contenta del pacífico y jocoso desenlace final. Era realmente día de San Pedro y San Pablo, santo del jefe del Estado Mayor, don Julio Tenaud, que vivía en las cercanías del colegio y sus subalternos le daban un "albazo" con coheto- nes que simulaban un verdadero bombardeo militar. También es de advertir como disculpa que el día de la revo- lución de Piérola varias balas habían caído en nuestro dormi- torio cuyas ventanas daban a la calle y habrían muerto las ocu- pantes de las camas, si la prudente madre Alodia no hubiese te- nido la precaución de hacernos bajar a dormir en lugar más seguro. Por varios días quedó de tema divertido entre nosotras; sin embargo cada una sabía muy bien que· lo risible de hoy, po- día volverse la trágica realidad de mañana o del día menos pen- sado. Seguíamos nuestros estudios y como de costumbre vino a Belén la "Comisión de examinadores" presidida esta vez por el Dr. Manuel B. Pérez "El burro Pérez" como le apodaban comun- mente; lo sabíamos adverso a las monjas, haciendo alarde de su liberalismo y temíamos una "j aladura" general; más no fué así, todas salimos bien. No habría comedia el día de los premios; esta vez nos con- tentaríamos con la perspectiva de la "tragedia viva" que todos esperábamos: ¡los actores iban a ser los chilenos; la actuación tendría lugar ante el mundo! ... Sólo íbamos a recitar versos: me dieron "La mort de J eanne d' Are". Hicimos una confabulación entre las amigas, para des- quitarnos de la marcada antipatía inglesa al Perú. Al llegar a un verso que decía más o menos:
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