El índigena y los congresos Panamericanos

52 DORA MAYER DE ZULEN historia de una era asiática no resulte igual a la historia de una era europea. Ahora ¿ cómo acabar con la Paz Armada, hija Y m:adre de la Guerra, eslabón genético en un continuo linaj,e de males? Creo que atacando en primera línea la fundición de ar~amentos en Estados Unidos, asocián– donos a quienes en NÓrte América misma, combaten a los armamentistas, en lugar de asociarnos a la labor de los Ministerios de Guerra y Marina de la Gran Repú– blica. La guerra en sí qu.e en remotas épocas pudo ser e ngendrada por una mera inquietud de pueblos nóma– des, por meros alardes de ca,balleros andantes, no reco– .noce desde hace ti,empo otro origen que un cálculo de p illaje y un vicio de monopolización. ¿ Y qué es el prin– ci¡;:io monopolizador sino una falta del sentido de que h ay que vivir y dejar vivir? El hombre que vive, que e xpande su acl!ividad innata, su talento, sus propósitos, es!á en lo justo, pero una educación, una disciplina, de– b e detenerlo de invadir como una hierba :mala, terrenos c ultivables que no le corresponden: La planta d ,e culti– vo no se porta como hierba mala. La planta de cultivo c rece en un cerco, y prospera bajo un cuidado asiduo. Ningún monopolista, ningún imperialista ha atendido a la moral interior, al fomento esmerado de las masas popu– lares de su propia nación, ni a la ciencia del respeto y la c onsideración social. En estos días de modernidad salva– je. se ha abandonado hasta la ens,eñanza escolar de la urbanidad. Es que los textos acusaban ya mucho de vie-

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