El índigena y los congresos Panamericanos

EL INDIGENA Y LOS CONGRESOS PANAMERICANOS 5 1 cipal la Paz Armada. Además, el hombre puede disfru– tar de una libertad honrosa mientras menos inmodera– das son sus necesidades y deseos de lujo, y la civilización asiática conserva hasta ahora hábitos d.e sencillez, que ojalá no los pierda, favorables en comparación con los desbordantes avances de la civilización europea-yanqui. Del principio de una época no se puede juzgar de su fin. Compárese el principio de la era cristiana, con sus mártires, con los períodos posteriores de corrupción que incluye. Así también puede suceder que el imperia– lismo del Japón, cuyas fuerzas han nacido d .e virtudes sobrias, pierda estas virtudes paso a paso, al compás que adelante en poder y desarrollo de gustos y arnpiciones materiales. Que el Japón no inicie la carrera sin que un sabio le advierta que el carácter humano es muy ende– ble y que ponga mucho cuidado en no terminar tan mal ,1 como todos los imperialistas. Por .el momento el impe– rialismo japonés, imperialismo nuevo, tiene la ventaja de partir de un pueblo que no es, como el yanqui, simple continuación de las razas europeas. En esta pristinidad del pueblo japonés puede radicar una esperanza de que su espíritu sea todavía más sano que el de los otros pue– blos constituídos en potencias. Pasando del imperialismo japonés, que equivale a una enfermedad conocida por los médicos, a la civilización japonesa, ella es compara– ble a la constitución individual del paciente que influye en agravar o atenuar el ataque de la dolencia, y por es– t;:i cirscunstancia de individualismo debe creers.e que la

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