El índigena y los congresos Panamericanos

38 DORA MAYER DE ZULEN cion que en medios avisados se impone, no tanto por moralidad innata, sino por el ánimo alerta de los intere– sados. Fueron los. abogados peruanos adulones del mi- 11onario equ.e enseñaron a los directores yanquis todos los vericuetos de la ley y de la corrupción de que podrían valerse. El tinteriÜaje y la explotación del indígena es la civilización de la Sierra. Y se formó ahí una de las ,dianzas ,explotadoras peruano- extranjeras ( el Aepe). ·Lo cierto es que si el huésped colonizador ha ido de abuso en abuso, no hay derecho a hablar mal de él sin hablar peor de nuestros connacionales. Si nosotros fuéramos íntegros no tendríamos por qué quejarnos de l os extranjeros, pues los tendríamos mantenidos dentro de los límites en que debieran quedarse. Estados Unidos, que hasta ahora ha sido la mayor potencia asomada en nuestro horizonte, no üene una posición tan fuerte fren– te a Sur América como parece. Estados Unidos no po– dría atacarnos bélicam~nte sin . caer en un ruidoso descré– dito y ,perder nuestros mercados y nuestras materias pri– mas en beneficio ~e Europa. Y Norte América nos pro– teje contra asonadas béli_cas desde Europa, no por favo– recernos a nosotros sino. por su propio apremiante inte– rés. Este equilibrio de consideraciones nos daría una li– bertad de ac~ión sufic~ente para salyar nuestra dignidad, nuestra soberanía nacional y para cobrar el justo precio por- lo que comerciemos. Pero nosotros, muy al contra– ;·io, vivimos devorando humillaciones porque no opone- 1nos altivez a las pre.tensiones del capital d,e Wall Street. Con una autosugestión de inferioridad, de impotencia,

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