El índigena y los congresos Panamericanos
EL INDIGENA Y LOS CONGRESOS PANAMERICANOS 35 ción. Nuestro índigena dejó de ser hospitalario hacia los blancos porqua los blancos traicionaron vi1mente su con– fianza y no Le dan motivo aún ahora para restablecer su primera fé ingenua. Deben contornearse claramente las figuras del due– ño de casa y del huésped. Si el huésped amenaza intro– ducir descalabro en ,el hogar o la nación, la hospitalidad se retrae lógicamente y cualidades defensivas y hasta • hostiles toman su lugar. Si el dueño de casa· es impío o pervertido, de su lado brota .el mal. Hay que ser un due- ño de casa que no ofenda al huésped ni se deje faltar al respeto; hay que ser un huésped que sepa que se ha- lla en casa ajena. Cuando el hospedaje se hace perma– nente, cuando ,el huésped se radica en el país que lo aco- je, forma hogar y d ,escendencia, entonces puede ingresar en la ciudadanía de este país, a condición de guardar para su interior las añoranzas de la primera patria que le puedan quedar y que ya en sus hijos y nietos irán de– sapa_reciendo, al no ser fomentadas impropiamente, co- mo suele suceder. Es la primera generación de habitan- tes de origen extrangero en que habrá el más fuerte ti- rante hacia costumbres e interes.es exóticos. El vicio im– perialista se vale de esta primera generación, procuran• do con:servarla para su centro y prolongar una autori- dad hasta sobre las_ generaciones sucesivas. Estados Unidos, nación fuerte, obliga a todo hués– ped que se radica, a adoptar rotundamente la naciona– lidad yanqui. Por supuesto que con esto no obtiene un elemento de ciudadanía abnegadamente devoto a la
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