El índigena y los congresos Panamericanos

EL INDIG_ENA Y LOS CONGRESOS PAN11MERICANOS 31 Ideas confusas, sentimientos torcidos hierven ,en la gran masa humana, listos para estallar y hacer la de¡;gra– cia de pueblos, naciones y razas. Los explosivos, al re– ventar, destrozan hasta al mismo que los lanza, cuando jueg~ ~on ellos imprud.entemente. No cabe duda que A– lemania se herirá con la exagerada persecución de los judíos, como lo hizo España hace varios siglos. El hombre no sabe lo bueno que ha tenido hasta que lo ha botado, y a veces aún- entonces lo reconocen solamente las inteligencias contadas .que tienen algo de visión. Porque el vulgo sigue vivi~ndo sin entender si la ola lo sub,e o lo baja. Muchos en el Perú han querido botar al indígena, e l hijo primogénito del país, como pueblos inhospitala– rios han querido botar a los judíos y otros parias. Y al que se le ocurrió botar la propia raza ¿ cómo no se le ocurriría botar las razas asiáticas inmigradas? Al perua– no, loco admirador de la -raza blanca, parece s.erle más grato el judío, por ser más blanco, que los chinos y ja– poneses. Además, el judío comerciante viene sin ban– dera. No se puede señalar la inmigración judía ,en Li– ma como se señala la • inmigración japonesa en el últi– mo acto de la aplaudida comedia ..Del 1896 al 1936... Y el judío banquero viene bajo la bande~a nort,e-ame– ricana, o no viene del todo, sino por sus operaciones fi– nancieras. El vulgo no comprende qu,e la silenciosa labor del judío sin bandera y del dólar sin izarla, le cuesta más que la labor de todos los japoneses y chinos con su .bola /

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