El índigena y los congresos Panamericanos

· za DORA MAYER DE ZULEN ta religioso, hogareño, ordenado, sedentario desde hace siglos en el país de su adopción, y el errante, revoltoso, inmoral, ,casi bárbaro, bajo una ligera capa de ~iviliza• ción. Creo que esta distinción la hace el Gobierno ale– mán, pero autorizando no obstante, leyes absurdas con– tra la raza en cuestión, que la aislan de la sociedad al– rededor y la denigran con un estigma que no cab~ en usos de cultura. Como nos viene ahora el problema de la invasión judía, he hecho este preámbulo a un examen suscinto del punto. He querido insinuar que todo mal que se hace, to– da maldad que se perpetra, se paga aunqu,e sea a los cuatrocientos años. E insinúo que se paga, no en el sen– tido de una .rencorosa venganza inconcebible en el Ser Divino, sino como una man.era de hacer sentir al hom- t bre en carne propia el sufrimiento que ha causado en carne ajena, a fin de que un día se enmiende y cese de ser cru.el . El odio racial, la fobia contra extraños, la habi– tual inculpación del otro, implican males y maldades. Todo eso debe suprimirse. Pero, si he tratado de jus– tificar al judío, tipo de los pueblos vejados y calumnia– dos, debo también aclarar que al judío le tocan a su vez r,esponsabilidades que parece no reconocer. L~ raza judía tiene sin duda alguna culpa en haber perdido su

RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx