El índigena y los congresos Panamericanos

EL JNDlGENA Y LOS CONGRESOS PANAMERICANOS 27 precio y antipatía. ¿ Cuál fué .~l primero en ofrecer al o• tro mala rara? No fué el fugitivo que buscaba asilo, si• no el afincado que otorgaba hospitalidad con espíritu mezquino. Así se hizo el judío con los defectos que tiene hoy inveterados por' la larga duración de su odisea. Dios tarda pero no olvida. La culpa .tra.e ineludiblemente su castigo o, más cristianamente hablando, su expiación. Porque la culpa no puede quedar pendiente como una eterna deuda impaga; el mismo deudor, llegado a un más alto nivel moral, no se hallaría tranquilo hasta no haber saldado la cu.enta. Los hispano americanos acostuxnbran mucho cantar himnos a España. La actual gigantes~a y heroica lucha en la Península presta oportunidad a ensalzar .el genio bravío y tenaz de los ~spañoles y los· panegíricos de la "Raza", de esa raza de los Conquistadores del Perú, a– bundan. Pero, España debe al Perú varios millones de indígenas, · inicuamente inmolados en el altar al Becerro de Oro en qu.e oficiaban rito los aventureros de . ultra– mar. No hay que olvidar que España ha tenido que pa– gar esto. Y Alemania, hoy triunfante como España en rS35, está acumulando una cuenta creciente con los ju– díos que todavía en Austria esperaban poder habitar. No todo ha de ser justificado de lo que hace Alemania en defen;a de su integ ridad. Odios, prejuicios, ba– jos intereses, s,e mezclarán en lo s actos, si no del Go– bierno, seguramente de los subordinados. Debe distinguirse dos géneros d e judíos: el mosais- •

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