El índigena y los congresos Panamericanos
. 26 DORA MAYER DE ZULEN que la mayoría de los otros complejos y por · eso exhi– ben con esp,ecial relieve los caracteres de la urbanidad. Sucede en e"ste caso lo que entre nosotros, en cuyas ciu– dades casi todos los carniceros son chinos y desde luego, son chinos casi todos los que cometen los p,ecadillos en que se suele incurrri en este ramo. Es seguro que, si los peruanos predominaran en la mencionada industria, de ellos serían las faltas qu,e ahora cometen los chinos, por– que los delitos en el comercio no son cuestión de nacio– nalidad; son cuestión 'de un a,rr1biente general, de cir– cunstancias que inducen. Los furiosos denunciador.es de la obra judía no se refieren a una gran parte ' de esa obra a que ellos mis– mos sin duda no quisieran renunciar. ¡Cuánto deberán ellos, inadvertidamente, al fruto del ingenio, ,el arte y la ciencia judía, que se ha hecho elemento indispensable de su vida I Pues esos denunciant,es son civilizados y muy civilizados: les gusta la música, la física, la medicina, la arquitectura, etc., por donde ha pasado el talento judío. · Sigue la acusació.n: "El judío adopta la ciudadanía de cualquier país, la religión de cualquier pueblo, enr,e– vesa en la esfera política, alega un patriotismo de con– veniencia, conservando puramente hebr,ea su verdadera energía, mientras que nadie se da cuenta de la hostilidad' profunda que encierra ,esa raza para todo lo que no sea judío". Hay v,erdad en esto ¿ pero qué se quiere? La ra– za judía ha sido y es la perseguida por todo el mundo. Natural es que se pague antipatía y desprecio con des-
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