La Perricholi, t. 2

88 MARI A J . ALVARADO RIVERA MANUELITO.-No; regreso a mi casa... Le he ofrecido a mi madre no pasar afuera la noche. TAGLE.-¡ El niñito de ·pecho! No gatea... ni hace pininos todavía ... Duerme aún en el regazo materno. (RIE BURLONAMENTE>• MANUELITO.-No te burles: un buen hijo debe siempre respetar a su rnadre, y no darle pef1:as. T AGLE.-Perfectamente ... Pero un mozo de 26 años no puede ser un benedictino... Hay medios de darse un poco de gusto, sin que lo sepa la madre. Entra y saldre- mos a las dos de la madrugad~. MANUELITO.-No; mi madre me va a echar de menos. T AGLE.-¡ Dale con la matraca! <FUERTES GOLPES DE ALDABON). MANUELITO.-Lo digo porque sé ·que me vigila, siempre va a mi cuarto después de las doce. T AGLE.-Pues si se entera que no estás acostado, le dice_s que estuviste en un velorio. MANUELITO.-¿Velorio de quien? . T AGLE.-No parece que eres el que fuiste. CSE ABRE UN VENTANILLO>. UNA VOZ.-¿ Quién va? T AGLE.-Amigos de capa y espada. LA MISlVIA VOZ.-Voy a abrir, mi amo. (SE ABRE UNA PUERTA>. MANUELITO.-Yo me voy. Hasta mañana. TAGLE (Ríe sarcásticamente).-Tu fuerza de vo• luntad merece un premio: entra. Ego te absorbo en -el nombre del Padre, del I-Iijo y del Espíritu Santo. Entra: Estás libre de culpa y pena. <GUITARRAS, - CAJON• .;.._ MURMULLOS)-.

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