La Perricholi, t. 2

L A P E .R R I C , H O L 1 41 AMAT.-¿ Eres mi carcelera? VERONICA.-La edad os hace desvariar, señor. AMAT.-Vete... vete... demonio. . VERONICA.-. -Bueno... me voy; e111pero 110 digáis después ,que no acudo· a vuestro llamado... Si me echáis ¿para qué voy a venir? Quedad con Dios. · AMAT (Tose).-Solo... siempre solo... Atado a este sillón... No poder valer por mí... Entre e9ta gente sin al· ma ... ¡Señor. .. Señor!. .. ¿hasta cuándo durará este tor- mento? * * * LOCUTOR: Al domingo siguiente, cuando Verónica salía de la iglesia, de oír misa, un caballero. joven, e.legante y gallar- do la siguió. La moza advirtiólo y halagada en su vani- dad, marcó el ritmo de sus redondas caderas. Volviendo coquetamente la cabeza para mirarlo. MANUELITO.-Oye, prenda, tengo que hablarte. VERONICA (Con coquetería). - No conozco a Vuestra Merced, y no sé qué querrá decir. l\tIANUELITO.-Pues escúchame y lo sabrás. VERONICA.-Pero, que dirá la gente de verme ha- blar con un .señor desconocido. MANUELITO.-Pues hagamos que no nos vea. VERONICA.-¿ Cómo podríamos evitarlo? MANUELITO.-Hazme entrar esta noche a la ca- sa, por aquella puertecita de la calle del Conde. VERONICA (Alarmada).-¿ Cómo sabéis? MANUELITO (Burlón).-Te he visto manejarte por allí, algunas veces. . 1 VERONICA (Inquieta).-¿ Qué habéis visto? MANUELITO.-¡ Todo! VERONICA.-Pero... ¿por qué me habéis expiado? ¿Qué puede interesaros?

RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx