La Perricholi, t. 2

40 MARI A J • ALVARADO R 1 V .E R A VERONICA.-¿ Qué he tardado?... Es que no pue- do estar detrás de la puerta para entrar en cuanto el se• ñor toque el gong... Y ó tengo mucho que atender... La señora sólo en mí tiene confianza, y le gusta que esté en todo... Además, llamáis tantas veces sin nece.sitar nada... AMAT.-Eres una insolente... Te soporto demasia- do... Pero ya no qui"ero sufrir más tu falta de respeto... Le diré a Isabel que te ponga en la calle. VERONICA (Ríe con descaro).-Decirle a la seño- ra que me despida es como pedirle la luna. AMAT.-¿ Eh? ¿Qué dice la insolente? VERONICA.-Que la señora no me puede despedir, porque yo soy la columna de esta casa: sin ·mí se vendría abajo... AMAT.-Pues que se desplomeAO. Te despido. ¡ Inso- lente! · · VERONICA (Burlona).-Le diré a la señora Isabel que me habéis despedido, y como otras veces me contes- tará que no haga caso; que son cosas de la edad... Y ha- ced la intención a verme. siempre, aunque no lo queráis, pues os digo que ni la misma señora podría hacerme sa- lir de la casa si no es mi voluntad irme. AMAT.-¿ Qué dices? ¿Isabel no podría obligarte a salir de su casa? V~RONICA.-Sí, -eso digo: no podría obligarme a que me fuera, porque yo aquí no soy una criada, como V ue.stra Excelencia cree: soy la persona de confianza de la señora; su mejor amiga, su hermana casi, para qmen no guarda sécretos. ·' AMAT.-Que no guarda secretos para ella, ¿qué quiere decir? Vete... vete... que venga otra criada. VERONICA (Impaciente).-¡Dale con la matraca! ¡Yo no soy .crjada, señor! Así, pues, no diga "otra cria- da", sirio' una criada... Pero, señor, ya sabéis que la señora no quiere que entre aquí otra persona que yo; que lo tiene absolutamente prohibido... Sólo yo debo atendero.s, no en calidad de criada, sino por amistad a doña Isabel.

RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx