La Perricholi, t. 2

l. A ~· ~· CAPI'I'AN.-Sí, vuestra madre, qU'e · quiere vuestra salvaeión. MANUELITO (Emocionado).-¡ Separarme así de ella!... Madre, ¿por qué me alejáis de vue.s.tro lado? Yo _· iba a enmendarme... ¡ Madre... perdóname ! . MARINERO·.-(Canta): No llores, madre querida, n.o llores ya más por mí, que las penas que te dí han reformado mi vida. Que las penas que te dí han reformado mi vida al alejarme de tí. JORNADA DECIMA OCTAVA LOCUTOR: " t.. En la suntuosa casa de la Alameda Vieja, ya no re- suenan alegres carcajadas, ni cantos jubilosos: ¡todo es silencio y dolor! MONICA (Llorosa).-Tanto tiempo que se embar• có el niño, y nada se sabe de él. · DOÑA TERESA.-¡ Ya no le veré más! ¡Me mori- ré antes de que regrese! <LLORA) .. MONICA.-¿ Y yo?... ¡También voy a morirme sin verlo! DOÑA TERESA.-Micaela ha sido demasiado se- vera con él. ¿Qué ha hec~o, en resumidas cuentas, el muchacho, para merecer ese castigo tan fuerte de man- darlo lejos de su tierra y de los suyos?

RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx