La Perricholi, t. 2

t A PERRtélioií 33 MICAELA.-¡ Qué angustia, Vicente! Jamás creí sufrir tanto. ECHARRI.-Tú lo quisiste, Miquita. ¿Estás arre- pentida? MICAELA.-No; ya sabes que no soy mujer que se arrepienta de lo que hace... Era preciso este sacrificio. ECHARRI.-Navega ya el barco. MICAELA (Con suprema angustia).-¡ Se va! ¡Hi- jo de mi alma! Tan lejos... tan lejos... Me angustia la idea de que no le vea más. ECHARRI.-Europa no es el otro mundo, Micaela. MICAELA.-Sólo por .su bien puedo haberme re• suelto a tan larga ausencia... Mas, era necesario alejarlo de aquí, de los amigos que lo inducían a la vida disipada... Allá, en Europa, entre otros hombres, estudiando, se re""' formará ... Será hombre de entendimiento y honor... ¡ Hi- jo mío... hijo mío! * * * (RUIDOS DEL BARCO. - MURMULLOS DE LOS MABD1EROS). LOCUTOR: El barc o, impulsado por viento propicio, avanzaba velozmep.te, rompiendo con su quilla las azules aguas. E ntre mar y cielo, ofrecíase a la contemplación de Manuelito, un espectáculo grandioso, que .sustituía con emociones elevadas las groseras pasiones que en Ia· capi- tal iban pervirtiendo su espíritu. ·uN MARINERO.- · (Canta): Cuando a mi madre querida me vuelva el hado piadoso; veré más bella la vida, seré el hombre más dichoso. Madrecita mía, mi estrella polar, madrecita mía, oye mi cantar.

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