La Perricholi, t. 2

~ - ~ L A PERRICHOLI 31 CAPI~ AN.-Y a la china Encarnación le ofrecí que le ·pagaríais los vasos rotos. MICAELA.-¿ Y el hombre herido? CAPITAN.-Ese es un poco judío: quiere por su ojo una talega de a mil. l\tIICAELA.-Se la daré, Capitán, se la daré con tal de que no entable querella. CAPITAN.-Y esto es todo ... ¿No os decía que er~ asunto baladí? MICAELA.-Gracias, Capitán Lostaunau, me ha- béis salvado de una vergcenza. CAPITAN.-Cosas de la edad, doña Micaela. No hay por qué tomarlo tan a pecho... Eso sí. .. que para lo suce~ivo -hay que domar al potro... es demasiado brioso y .se desboca... Y puede llegar el caso de q~e los dañados. quieran llevar querella a la justicia y os den molestias... Ahora, felizmente, intervine yo, se arregló lo del ojo, con la talega de a mil, y aquí no ha pasado nada... Dios os guarde, doña Micaela, y tierra al asunto. ¡Ah! ma- ñana viene el hermano del hombre del ojo vaciado, por la talega... • • • MICAELA.-No... esto no puede seguir así. Va derecho a la perdición... ¡ Di?s mío, qué dolor para una madre! (LLORAJ. ECHARRI.-¿ Por qué lloras, Miquita? J.\1ICAELA.-¡ Mi apoyo, mi fuerza, mi salvación eres tú, Vicente! ¡Qué sería de mí si no te tuviera! ECHARRI.- · ¿Una nueva calaverada del niño? MICAELA (Oon energía).-Más que calaverada; empero yo estoy resuelta a corregirlo, como es necesario, aunque me cueste la vida. Escucha. • • •

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