La Perricholi, t. 2

l. A PERRICHOLl MONICA.-En la sala, pues, mi amita, porque me dijo que tenía que jablá un asunto grave con mi amita. MICAELA.-Vete... Voy ya... MONICA.-(Pasos). Con licencia, mi amita. Dios quiera que no sea nada garve. ¡Tengo carne de gallina! MICAELA (Sola).-¿ Qué será? ¿Otra atrocidad de Manuelito? (Pasos). ¡Oh!... esto no es vida... ¡Qué cruz me hace llevar, tan pesada!... ¡Tiemblo de miedo... por pri- mera vez en mi vida! (ABRE UNA PUERTAl. CAPITAN.-Dios os guarde, doña ·Micaela. MICAELA.-Bien venido seáis a mi humilde . casa, señor Capitán; sentaos. CAPITAN.-Gracias, doña Micaela. Siento que el motivo d,e mi venida no sea sólo por tener el gusto de con- versar con vos. MICAELA.-¿ No venís a visitarme? ¡Y yo que me había alegrado de veros! Empero, no .será tampoco a prenderme, ¿verdad? . CAPITAN.-¡ Prenderos a vos para llevaros a un pa- lacio encal)tado, y quedarme allí de vue.stro carcelero, aceptaría de mil amores; empero, prenderos para· entre- garos a otro carcelero, no; me dejaría colgar de la horca, antes que obedecer! MICAELA (Jovial).-Fino galán, el hijo de Marte... (Nublándose). Empero no habéis venido en son de amis· tad... CAPITAN.-Desgraciadamente y felizmente, no. MICAELA.-Estáis enigmático, Capitán, ¿qué mez- cla me hacéis de desgracia con felicidad? CAPITAN.-Me explicaré... Se trata... No os alar- méis ... MICAELA.-Concluíd, por Dios. CAPITAN.-Travesuras de la edad... MICAELA.-¿ Se trata de Manuelito? ¿Qué ha he-· · cho? Decidlo de una vez. CAPITAN.-Nada... nada de gravedad...

RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx