La Perricholi, t. 2

26 MARI A J. ALVARADO RIVERA ECHARRI.-¿ Crees que ha puesto la fruta por bur- la? MICAELA.-Claro está. ECHARRI.-No, Miquita, cálmate: le faltó ropa para formar el bulto, se acordó de que en el comedor es· taban aún las canastas que nos trajeron ayer, y apeló a ellas para suplir la falta de ropa. No creas que ha sido por burla el recurso de la fruta. !\1ICAELA.-Tú siempre procuras calmarme. Pero, ·¿no me dirás que n.o .se ha escapado? ECHARRI.-Pero sí puedo decirte que está en el despertar de las pasiones. MICAELA.-Yo haré que las modere, aunque me cueste la vida . 'ECHARRI.-Vamos. Tranquilízate. Ya se enmen- dará. MICAELA.-Sí; cuando esté enfermo de cuerpo y alma. (LLORA, SIN EXAGERACIONJ. * • • LOCUTOR: Amplia galería de artesonado techo, balaustrada ar- tística, esbeltas columnas de cedro, cortinas de florecida madreselva y fragantes ñorbos... y ... dos madres frente a frente. MICAELA (Altanera).-¿ Qué deseáis? TRINI.-Perdonad, doña Micaela, que venga a mo- lestaros. Bien sé que no soy sino una humilde mujer. MICAELA.-Pero, ¿a qué viene esa relación? De· cid qué os trae a mi casa. TRINI.-A eso iba, señora doña Micaela... Y o .. que- ría advertiros, rogaros ... que amonestaseis a vuestro hi- jo... el niño Manuelito... , porque... es necesario. · MICAELA.-Explicaos sin ambajes; ¿por qué de- bo amonestar a mi hij'o?

RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx