La Perricholi, t. 2

228 .M A R I A J . A L V A R A D O R I V E R A MARIANITA.-Es mi pena más grande, mejor di- cho, mi única pena, pues del desengaño me curó su mis- ~ª vileza. Creedlo. _ TAGLE.-¿Verdad? ¿No le amáis ya? · MARIANITA.-No le amo: desde que volví de mi desmayo aquel día de su matrimonio, parece que mi amor · hubiera sido como un árbol, que un ciclón arrancó de raíz. TAGLE.-Hace ocho años. ~~RIANIT A.-Sí; tenía entonces veinte. Ya soy una vieJa. . TAGLE.-. ¡Vieja a los veintiocho años! ¡Estáis en la época más interesante de la mujer! MARIANITA.-. ¿Habéis venido a hacerme la_corte? T AGLE.-¿ Reco,rcláis lo que os dije aquel día cuan- do volvistéis del desmayo? MARIANITA.-Jamás olvidaré la nobleza de vues- tra conducta: me ofrecistéis vuestro nombre, para mí y para mi hija. Tuvisteis piedad de mi dolor. . TAGLE.-Sí, os lo confieso ahora: entonces lo hice por -vuestro sufrimien,to; pero fuisteis tan altiva que re- chazasteis mi ofrenda. MARIANITA.-Cumplí un deber: no tenía derecho a vuestro sacrificio; a encadenar ·vuestro destino . en un matrimonio sin amor con una mujer deshonrada. TAGLE.-Dejad esos pensamientos, Marianita, que yo conozco algunas de esa~ mujeres que el mundo llama deshonradas, y que sin embargo, tienen la honra más lim· pia que muchas casadas. MARIANITA.-Sí: decís verdad. TAGLE.-Al mundo· no hay que hacerle mucho ca- so, ·porque nos volveríamos locos. MARIANITA.-¡ Verdad! TAGLE.-Yo tengo mi filosofía como los ·antiguos griegos. MARIANITA.-Yo también creo que tengo la mía, aunque no lo sé decir como' vos. T AGLE.-Y tengo también m1 amor.

RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx