La Perricholi, t. 2

L A PERRICHOLI 217 T AGLE.-¿ Me consideráis tambié.n vuestro amigo? MARIANITA.-Sí: os considero mi buen amigo. T AGLE.-Entonces, están demás los disimulos en- tre nosotros. MARIANITA.-¿ Qué queréis decir? TAGLE.-Sé la nueva desgracia que os hiere ... No os violentéis aparentando ante mí una serenidad que es- táis muy lejos de sentir. Consideradme vuestro hermano. MARIANITA.-¿ Sabéis? T AGLE.-Sí: conozco la felonía de Manuel. lVIARIANITA.-No; no la podéis conocer en todo su horror... No sabéis hasta donde ha llegado. T AGLE.-Sí, Marianita, lo sé. ~1ARIANITA.--No ... no sabéis. T AGLE.-He leído el recurso ele desistin1iento. MARIANITA.-¡ Ah, entonces sí con·océis toda su vileza! T AGLE.-Sí, la conozco... ¡Nunca lo habría creído capaz de tan canalla proceder! · MARIANITA.-Aun me parece mentira... (Ahoga- da en llanto). ¡Tanto que lo amaba! ¡Tan ciega fe que tuve en su caballerosidad! T AGLE.-¡ Es inaudito: proceder así con la mujer que lo sacrificó todo por él! MARIANITA.-¡ Oh, si supieseis lo que hice últi- mamente por sacarle de la cárcel! T AGLE.-¿ Qué hicisteis? ¿Otro sacrificio? MARIANITA.-Sí: otro sacrificio, y Dios es testi- go que me animó a realizarlo sólo el ansia de su libertad, no el interés de que se casase conmigo, pues hasta renun- cié al matrimonio inmediato. T AGLE.-¡ Hablad!... ¿Qué habéis hecho? MARIANITA.-Pasando por humillaciones indeci- bles fuí de casa en casa, solicitando una recomendación para el Virrey. T AGLE.-¿ Y la conseguisteis? MARIANITA.-Sí: ayer le ví.

RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx