La Perricholi, t. 2

is MA:Rt..A . j. Aí.VÁRAbo B.tvEi\.l ¡Oh, lo que se me iba a escapar! Perdonad, comadre... ¡ Est~. n;iala costumbre de murmurar que se le pega a una! MONICA.-Licencia, mi amita: el señor Calderón~ MICA~LA.-Que pase. MONICA.-Ar güelo, mi ama. (PASOS DE CALDEBONJ. CALDERON.-Dios os guarde, señoras. MICAELA.-Y a vos también. DOÑA CARMEN.-¿ Qué hace el hombre de oro? CA.LDERON (Viejo taimado, de pronunciación de- fectu'ó~a).-¡ Hombre de oro!... ¡Je, je, je! ¡Qué doña Car-- men !... ·¡Apertas hay pa pasar la vida! MICAELA.-Que me lo diga a mí, que con sólo el interés de. los préstamos que me hace, tiene en oro. más de lo que p·e·sa... ¿Sabéis a qué viene ahora? A traerme mil pesos para completar el arrendamiento del teatro. Ya llevará dentro de poco todas las utilidades... Es un · judío... lo v~y a denunciar a la Santa Inquisición... CALDERON.-¡ Qué doña l\1icaela !, siempre con su lisura· y su sa1 que tanta rabia daba a las estiradas espa- ñolas. · MICAELA.-1\!Iejor sería menos zalamería, y más conciencia cristiana. DOÑA CA.RMEN.-Genio y figura ... · MONICA.-Mi amita, la costurera trae el vestido que estrenar'éis esta noche... :MICAELA.-Que espere en mi cuarto. Ya voy. A ver, Calderón, la plata... CALDERON.-Aquí tenéis la bolsa. MICAELA.-¿ Queréis que os firme un documento? CALDERON.-· No, doña Micaela: aunque me lla- máis judío, ya veis que procedo como hidalgo español, confiando sólo en vuestra palabra. DOÑA CARMEN.-Sabéis en quien fiáis.

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